sábado 14 mayo 2016, 13:28

El momento de gloria de Chastain

  • Brandi Chastain anotó el penal ganador en la final de 1999

  • Hubieron 90.000 espectadores en el Rose Bowl de Pasadena

  • Chastain: "El primer o segundo mes después, no creo que haya dormido mucho"

Sabemos que un momento es importante cuando recordamos perfectamente dónde estábamos cuando sucedió. Y este es precisamente el caso del penal ganador que anotó Brandi Chastain contra la RP China en la Copa Mundial Femenina de la FIFA Estados Unidos 1999™, así como la celebración posterior. Un total de 90.000 personas abarrotaban el Rose Bowl aquella sofocante tarde veraniega en Pasadena, California.

La imagen de Chastain arrodillada, sin camiseta, con el cuerpo flexionado y los ojos cerrados por la emoción, permanecerá grabada para siempre no sólo en la historia del fútbol estadounidense, sino también en la historia de la cultura y el deporte en general, donde ya ha demostrado su intemporalidad. “No puedo imaginarme mi vida sin ella”, asegura Chastain a FIFA.com. “Creo que no dormí mucho durante el mes o los dos meses siguientes”.

Y es que ese instante representa mucho más que una persona celebrando una victoria: representa el inicio de una nueva era en el fútbol femenino. “Saber que esa fotografía es la puerta a algo que había vivido tanto tiempo en el anonimato, el fútbol femenino en este caso, y el hecho de que fuera como una ventana para que la gente se asomara por primera vez al deporte rey, me llena de orgullo”, dice Chastain.

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“Ese momento es mío en tanto en cuanto soy yo la que aparece ahí, pero también nuestra selección, así como todo el cuerpo técnico y la Asociación Estadounidense de Fútbol deben sentirse igual de orgullosas que yo”.

Ganar pese a la adversidad

Tras unos 120 minutos de juego extenuantes, los combinados de Estados Unidos y RP China llegaron empatados a cero al final de la prórroga. Chastain era la quinta jugadora en la lista del seleccionador Tony DiCicco, un lugar que conlleva una gran responsabilidad.

“Por suerte, cuando ya había empezado la tanda de penales y yo estaba en la cancha esperando mi turno, no le di demasiadas vueltas. Más bien estaba emocionada por la situación y sentía que podíamos ganar el partido", recuerda Chastain. "Habíamos trabajado mucho para llegar hasta allí, y nuestro plantel creía firmemente que íbamos a ganar y que haríamos todo lo necesario por conseguirlo”.

Esa fe en sus posibilidades permitió a Estados Unidos superar la adversidad. Anteriormente, Chastain había anotado un gol en propia meta a los cinco minutos de juego en el choque de cuartos de final contra Alemania. Pero la estadounidense enmendó su error anotando el tanto del empate en la segunda mitad, en un choque que las anfitrionas decantaron finalmente a su favor. Pero Chastain y las suyas tuvieron que superar obstáculos incluso antes del pitido inicial de la final de Pasadena.

“¡Seguro que mucha gente no sabe que ni siquiera pudimos calentar en el campo!”, cuenta Chastain. “Noruega y Brasil jugaron antes que nosotras y también tuvieron que recurrir a los lanzamientos desde los once metros, así que básicamente hicimos los ejercicios de calentamiento en los túneles del Rose Bowl. Aquello fue indicativo del tipo de equipo que éramos: daba igual lo que se interpusiera en nuestro camino, podíamos con todo. Éramos capaces de mantener la concentración y acometer la misión que teníamos por delante”, subraya.

La revancha de la Copa del Algarve

La celebración de Chastain representa lo que significa conquistar una Copa Mundial para cualquier deportista, pero fue al mismo tiempo un respiro de alivio. Porque en marzo de aquel mismo año, la jugadora estadounidense había estrellado en el travesaño un penal contra la arquera china Gao Hong en la final de la Copa del Algarve, donde Estados Unidos cayó 2-1. Y es que, pese a haber ganado la edición inaugural de la Copa Mundial en 1991, aquella derrota supuso la quinta Copa del Algarve consecutiva en la que Estados Unidos regresó a casa de vacío.

“Cuando me encaminé hacia la pelota para ejecutar el quinto lanzamiento, en lo único que pensaba era en no mirar a la portera”, comenta Chastain. “Unos meses antes, se puso delante de mí y, como si fuésemos dos boxeadoras en un cuadrilátero, me ganó la batalla psicológica, por lo que fallé el penal y acabamos perdiendo el partido. No quería darle otra vez esa posibilidad”.

En la final de la Copa Mundial disputada en Pasadena, Gao Hong intentó de nuevo ganarle la partida a Chastain mientras ésta se acercaba al punto fatídico. Toda la presión recaía, sin embargo, sobre la guardameta china, ya que Brianna Scurry, la cancerbera estadounidense, había hecho una parada crucial en el lanzamiento de Liu Ying.

Todo dependía de ese disparo. Y, esta vez, Chastain no falló. Se tomó tres segundos para serenarse antes de correr hacia el balón y enviarlo con la pierna izquierda al fondo de la red, haciendo inútil la estirada de Hong. Seguramente, lo ejecutó tal y como le habían enseñado en los terrenos de juego de la soleada San José, también en la costa oeste estadounidense, pero más al norte.

En una coreografía improvisada, Chastain se despojó de la camiseta, se arrodilló, y el tiempo pareció detenerse por un instante, mientras ella miraba al cielo y dejaba una huella eterna en la historia del fútbol.