jueves 01 diciembre 2016, 12:59

Países Bajos sufre en el Monumental una nueva decepción

Si hablamos del "fútbol total" y de la revolución futbolística holandesa de la década de 1970, seguro que lo primero que nos viene a la mente es la Copa Mundial de la FIFA 1974™. Sin embargo, entre los frecuentes elogios a Cruyff y compañía y su deslumbrante fracaso en Alemania, a menudo se olvida que, cuatro años más tarde, Países Bajos estuvo incluso más cerca de coronarse.

Mientras que Gerd Mueller sentenció antes del descanso en la final de 1974, en la de 1978 hubo que recurrir a la prórroga después de que los holandeses se quedaran a escasos milímetros de ganar.

La tarea, desde luego, no era nada fácil. Una vez más, y en esta ocasión sin su talismán Cruyff, los Oranje se midieron en la final a los anfitriones. Y si cuatro años antes todo un ejército de aficionados cruzó la frontera para animar a los suyos, esta vez el ambiente estaba decididamente en contra.

Como rememoró Ruud Krol en el libro "Brilliant Orange": "Estábamos en un hotel fuera de Buenos Aires y nos dieron un buen rodeo para llegar al estadio. El autobús paró en un pueblo y la gente comenzó a golpear las ventanas, muy fuerte y a gritar '¡Argentina! ¡Argentina! ¡Argentina!'. No podíamos ir ni hacia atrás ni hacia adelante. Estábamos atrapados. Estuvimos durante 20 minutos así en un pueblo y algunos jugadores se asustaron mucho porque la gente daba golpes y empujones a las ventanas del autobús".

El ambiente en el estadio Monumental no fue más cordial. Johnny Rep lo describiría posteriormente como "al rojo" y, animada por sus 70.000 incondicionales, Argentina se impuso en última instancia en la prórroga. La oportunidad de la generación de oro de Holanda se había esfumado y la reacción de Johan Neeskens en esta imagen tan evocadora permite comprender qué se siente cuando se pierden dos finales seguidas de la Copa Mundial.

No obstante, el choque pudo no acabar así, o incluso pudo no producirse la prórroga, dado que a escasos segundos de la conclusión de los 90 minutos reglamentarios se produjo el famoso (o infausto para los holandeses) incidente. Seguro que Rob Resenbrink nunca olvidará el momento en el que rompió la defensa y, desde un ángulo muy cerrado y bajo muchísima presión, lanzó un disparo que fue a parar al poste. "Claro, lo tengo grabado en la memoria", declaró al diario The Herald en 2014. "Y seguirá ahí hasta el día que me muera".

"Si la trayectoria de mi lanzamiento hubiese llevado una diferencia de cinco centímetros, habríamos sido campeones del mundo", añadió. "Además, me habría coronado máximo anotador y quizás me habrían elegido mejor jugador del torneo, todo en el mismo partido".

Pero no fue así y Holanda mantuvo su condición de heroína trágica de la década de 1970 y de eterna subcampeona de la Copa Mundial.

¿Sabías que…? La final de la Copa Mundial 1978 se conmemora en el Museo del Fútbol Mundial de la FIFA en Zúrich con las camisetas de dos de los finalistas: la que lució el argentino Américo Gallego y la del holandés Ruud Krol.

Camisetas que vistieron el capitán holandés Ruud Krol y el argentino Américo Gallego en la final de la @FIFAWorldCup 1978. Clásicos. pic.twitter.com/ddb9aosaYg

— FIFA Museum (@FIFAMuseum) 18 de agosto de 2016