martes 19 julio 2016, 13:30

Miguel Borja, un goleador que creció a base de maíz

Cuando Nicolasa Hernández amasaba empanadas para venderlas en el pequeño municipio de Tierralta, en el Caribe colombiano, no sabía que estaba cocinando algo más que el sustento de su humilde familia. Secretamente, estaba haciéndole el repulgo a un goleador y no a uno cualquiera: a un finalista récord de la Copa Libertadores de América.

“¿Si me dan fuerza las empanadas? ¡Sí, claro! La empanada tiene mucho maiz y el maíz tiene muchas vitaminas. Siempre que voy a mi pueblo mi mamá me hace empanadas. Es algo que a uno le hace falta y que cuando tiene la posibilidad, lo hace”, le cuenta con sornisa cómplice a FIFA.com Miguel Ángel Borja, el hijo de 23 años de Nicolasa, el martillo de Atlético Nacional de Medellín en las semifinales de la Libertadores.

Borja encendió el ataque del Verde ante el São Paulo como de pequeño encendía la leña para agilizarle el trabajo a su mamá. Después de meter 19 goles para el Cortuluá en la primera mitad del año y romper el record para torneos cortos colombianos que tenía Jackson Martínez, convirtió los cuatro tantos de la semifinal ante los brasileños.

Sólo Pelé con el Santos en 1963 y Albeiro Usuriaga, también con Atlético Nacional en 1989, habían gritado cuatro veces en unas semifinales de Copa. Los dos terminaron alzando la Libertadores.

“A uno siempre le gusta quedar en la historia, para eso uno trabaja, para eso uno quiere demostrar en cada partido. Esperemos que vengan mucho más récords”, cuenta el delantero, punta de lanza de un conjunto tan ofensivo como espectacular.

“Es un equipo que se asocia muy bien en el mediocampo con el balón al ras del piso. Es su gran característica: hace muchas paredes por el centro y hay que saberse mover en esas diagonales cortas para hacerle daño a los rivales”.

Apenas llegó a mediados de junio, el técnico Reinaldo Rueda se lo advirtió: “Debes estar atento a las paredes”. Vaya si lo hizo: en la ida en San Pablo convirtió uno de los mejores goles de la Copa tras 10 toques de sus compañeros. Esa clase de jugadas, que le permiten a Nacional ser el más goleador del torneo con 23 dianas, hace que buena parte de la prensa y del público crean que es el mejor cuadro del certamen.

“El mejor es el que gane la final", aclara Borja. "No hay excusas, no hay peros para hacer un buen trabajo. Queremos ganarlo, que pase el partido y ya se verá cuál va a ser el mejor”, asegura el atacante, que pase lo que pase ante Independiente del Valle, cree que “por rendimiento colectivo y trascendencia” sí está en el mejor equipo de su vida.

Ansiedad confesa La final de ida del miércoles 20 de julio en Quito lo tiene ansioso: “Uno soñaba y ahora que el sueño se hizo realidad, cada momento pienso en cómo va a ser la final. Quiero ganarlo, quiero levantar la copa”.

Es el momento cumbre de un jugador que creció en un lugar hostil. Por las carencias, que obligaban a la familia a poner baldes hasta en las camas para que no se inundara la casa por las goteras, y por la violencia. La zona de Tierralta era fértil para que la organización paramilitar de extrema derecha AUC reclutara jóvenes.

Pero El Zorrita, como lo apodaron porque “cuando estaba chiquito tenía el pelo un poco desordenado, no me gustaba motilarme -cortarse el pelo al ras- y en la zona nuestra se ve mucho un animal que tiene el pelo desordenado”, no quiso saber nada con eso. Eligió superarse a través del fútbol.

Se destacó desde pequeño por físico, potencia y gol. A los 17 años tuvo su primer gran prueba de carácter para convertirse en futbolista. Salió de gira con el entrenador Lorenzo Ramírez buscando un club que lo quisiera. “Éramos siete y a los tres días quedaba yo solo. Fue complicado”.

Haber trabajado en una ferretería lo ayudó a aguantar: “Ahí entendí que la vida no es fácil, que hay que trabajar duro. Y que lógicamente era más fácil jugar al fútbol. Entendí que hay que dejar todo en cada entreno, en cada cancha”.

Podría decirse que la gira duró seis años. En ese lapso jugó en siete clubes, desde el América de Cali hasta Independiente Santa Fe, Livorno y Olimpo de Bahía Blanca. “En Italia aprendí a ser profesional para que el fin de semana le vaya bien a uno. En Argentina aprendí que hay que ser aguerrido, que hay que meter y correr para ser cada día mejor”.

También salió campeón sudamericano Sub-20 en 2013 y jugó la Copa Mundial Sub-20 de la FIFA Turquía 2013. En Independiente fue campeón de la Copa Sudamericana 2015 pero tuvo poca participación. Recién al llegar a Cortuluá el pasado enero los arcos contrarios sufrieron el poder del maíz. “Tuve continuidad. Eso me permitió mejorar para aprovechar mejor las situaciones que se me presentaban, pero también para buscarlas”.

En esto de que en apenas un puñado de partidos los hinchas de Nacional ya coreen su nombre tuvo, según él, ayuda extra: “Uno en su propia fuerza no puede solo y le he dejado tiempo a Dios para que él vaya haciendo toda su obra”.

Su año celestial tendrá también parada en el Torneo Olímpico de Fútbol Río 2016, pero antes tiene la final que cualquier sudamericano anhela jugar: “Estoy por cumplir algo importante en Colombia que es levantar la Sudamericana y la Libertadores, estoy cerca, así que se llena uno de motivación. Espero que tenga la bendición”.

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