jueves 21 enero 2016, 14:12

Malaui, la calabaza se convierte... en balón

Desde el asiento del conductor, en el lado derecho del vehículo, John Kaputa habla, más bien predica con pasión, sobre el potencial humano que se puede encontrar en el fútbol de Malaui. “Tenemos talento y una pasión desorbitada por el fútbol, pero nos falta la infraestructura que haga posible que estos muchachos apasionados y rebosantes de talento lleguen a convertirse en profesionales, o al menos que puedan aprender a jugar de forma organizada”, asegura mientras pasamos por un mercado de productos agrícolas levantado junto a la autopista M1.

El paisaje a lo largo de nuestro trayecto desde el aeropuerto internacional de Chileka, a las afueras de Blantyre, hasta el centro de la ciudad, parece obra de un director artístico. Justo delante del puesto de verduras, siete niños juegan al fútbol descalzos en medio de la suciedad; sólo que la pelota no es realmente una pelota. Es una calabaza.

Kaputa tiene 60 años, pero, por su aspecto, por su voz y por sus risas, se diría que tenga 30. Te saluda por teléfono preguntándote: “¿Cómo te trata Malaui esta mañana?”, como si fuera un embajador. En realidad, John Kaputa es el Director Técnico de la Asociación de Fútbol de Malaui (FAM), responsable de la coordinación y aplicación de un proyecto pionero que empezó en octubre en el Centro Técnico de Chiwembe, en Blantyre: una liga de fútbol juvenil, a temporada completa, para jugadores sub-15, cuyo objetivo consiste en llenar el hueco existente entre el primer contacto de los niños con el deporte y su posible ascensión por las distintas categorías hasta alcanzar la profesionalización.

El hecho de que se haya escogido Malaui para ensayar el primer de estos proyectos de desarrollo mundiales ha sido resultado de los esfuerzos fructíferos de su asociación nacional. “A Malaui no la eligieron por casualidad. El país lleva mucho tiempo comprometido con el fútbol base y, por esto mismo, parece que está preparado para saldar la brecha que existe con el nivel de élite”, puntualiza Ashford Mamelodi, el oficial de Desarrollo de la FIFA responsable de la supervisión de programas en el sur y en el este de África. “Todo país que haya alcanzado importantes logros en el fútbol empezó con unos cimientos como estos. En última instancia, la élite se beneficia de ellos, pero todo pasa por el éxito de estos fundamentos, incluso para aquellos jóvenes que no terminan haciéndose profesionales, pero crecen jugando al fútbol de una forma estructurada”.

Un sueño: el Mundial Malaui es una de las naciones más pequeñas de África. Su pasado de colonia británica explica no sólo que los vehículos circulen por la izquierda, sino también la pasión por el fútbol, con mucho el deporte más popular del país, pese a que su selección nacional nunca se haya clasificado para la Copa Mundial de la FIFA™. De hecho, Las Llamas sólo han disputado la fase final de la Copa Africana de Naciones de la CAF en dos ocasiones, en 1984 y 2010. La mezcla entre la enorme popularidad del fútbol, el evidente talento en bruto y los resultados, decepcionantes en comparación, indica a las claras la existencia de un gran potencial al que le falta el desarrollo.

“Llegué hace 20 minutos y ya he visto a dos creadores de juego justo como los que necesito para mi equipo”, explica con regocijo Ernest Mtawali, mientras busca la manera de resguardarse del sol, que cae a plomo incluso a primeras horas de la mañana, sentado en las gradas para observar el partido de la primera ronda entre el Zomba Urban y el Chiradzulu. El técnico, de 51 años, es el actual seleccionador del combinado nacional absoluto y toda una leyenda del fútbol de Malaui. Debutó con Las Llamas a los 18 y jugó profesionalmente hasta los 42, después de haber pasado largo tiempo en la Premier League sudafricana, aparte de estancias en Arabia Saudí, Francia (Toulouse FC) e incluso Argentina (Talleres y Newell’s Old Boys).

“Mira, desde el punto de vista de la capacidad natural y de la pasión por el fútbol, Malaui no tiene comparación en el mundo. No me puedo creer lo que estoy viendo aquí. Si cuidamos así de bien a los chavales que todavía no han cumplido 15 años, podemos perfectamente pensar en clasificarnos para el Mundial más o menos en la próxima década”.

Ante todo, muchos cuidados Lo que Mtawali define como “cuidar” consiste en mucho más que repartirles equipamientos y organizar un calendario de partidos. Las piedras angulares del proyecto se establecieron en un curso de cinco días de duración para 36 entrenadores de fútbol con licencia de la CAF. Después de superar un periodo de formación, cada pareja de técnicos se hizo cargo de uno de los 18 equipos que juegan en la temporada inaugural de la liga de fútbol juvenil. Los equipos llevan entrenando un máximo de tres veces a la semana desde mediados de octubre y habrán disputado entre 18 y 20 partidos cada uno a finales de la competición, en mayo de 2016.

Cuando la primera temporada se acerque a su fin, la FAM seleccionará a los mejores jugadores de los 11 equipos de la región central y a los mejores de los siete equipos de la región oriental. Todos ellos se reunirán, se entrenarán y formarán el armazón de la selección nacional sub-15. “Tenemos el objetivo de repetir el proceso en la segunda temporada, sólo que, para entonces, confiamos en contar con un total de 34 equipos, procedentes de los 28 distritos de Malaui”, explica Kaputa, haciendo todo lo posible por controlar el repertorio de gestos incesantes que se le escapan de las manos mientras habla.

“Con suerte, nuestra próxima generación de futbolistas sub-17 surgirá de este proceso y será más fuerte que nunca. Queremos cultivar una generación de héroes, por supuesto. Pero, como mínimo, ofreceremos a toda una generación la posibilidad de vivir el fútbol como cualquier joven debería vivirlo”.

Por muy divertido que sea dar patadas a una calabaza en medio de la suciedad y soñar con jugar un Mundial,  Malaui y su nueva generación de futbolistas quieren más y esa nueva era recién empieza.