Boquete y la inspiración tailandesa

Las estadísticas están para romperse, y eso fue precisamente lo que hicieron. “Estábamos destinadas a perder. Nadie nos daba como favoritas, pero la clave de nuestro éxito fue la fuerza del grupo. Recuerdo esa fuerza en la reunión antes de jugar la final”. Habla una de sus protagonistas. Fueron, jugaron y vencieron… ¡a Alemania! Y casi las tienen que echar a la fuerza de aquel estadio en Finlandia, porque ellas no querían dejar de celebrarlo.

Con la corona de campeonas de Europa sub-19, el primer título de la historia de la selección femenina española de fútbol, se fueron orgullosas y decididas a la Copa Mundial Femenina Sub-20 de la FIFA que se celebraba en Tailandia. Han pasado 12 años, pero el recuerdo es imborrable. Y las consecuencias también. Basta decir que aquella protagonista, anónima entonces, es Verónica Boquete.

“Está claro que aquella experiencia me cambió, porque si ya antes de ese viaje quería ser futbolista y llegar a lo máximo, ahí vi que era posible. Me dio la confianza y el empuje final para apostarlo todo a tener una vida profesional como futbolista. Decidí que quería volver a vivir una experiencia así”, nos explica Boquete desde su hogar, que ahora está en Múnich, donde juega con el Bayern.

Y no sólo logró convertirse en jugadora profesional, la más conocida y exitosa de todas las futbolistas españolas; sino que también revivió experiencia mundialista, y al máximo nivel, cuando el año pasado disputó la Copa Mundial Femenina de la FIFA en Canadá como una de las capitanas de la Roja.

A su lado, Ruth García y Natalia Pablos, otras dos pioneras en Tailandia que también pisaron tierras canuck. “Aquel grupo de 2004 era fantástico. Antes del Europeo nos concentraron un mes en Galicia (ndlr: tierra natal de Boquete). Eso te une mucho y en aquella final contra Alemania demostramos que la unión hace la fuerza”, rememora quien en 2015 conquistó la Liga de Campeones de la UEFA con el Frankfurt.

Larga concentración Los meses antes de viajar al sudeste asiático fueron algo más duros, porque no hubo una concentración tan larga y las chicas tuvieron que prepararse individualmente con sus clubes. Además, el torneo se disputó en fechas lectivas y eso afecto al ritmo de sus estudios. “Nos pilló en segundo de bachiller, un año en el que las notas cuentan muchísimo para elegir la carrera que quieres estudiar. Fueron meses complicados porque, al fin y al cabo, aún no eres profesional y en ese momento tu futuro depende de tus estudios. Tienes que estudiar, hacer exámenes y entrenar más que nunca. Fue mucho esfuerzo personal y muy estresante”, subraya.

Pero la inversión valió la pena, aunque los resultados deportivos no fueran brillantes (ndlr: España cayó en la fase de grupos en una zona que compartieron con Rusia, Estados Unidos y República de Corea). “Teníamos mucha ilusión. Era el comienzo de nuestras carreras y teníamos muchos sueños por delante”.

Ella fue cumpliéndolos uno a uno. Con la misma calma con la que habla. También con la misma determinación. Tras el Mundial de 2004, esperó a terminar sus estudios antes de fichar por el Prainsa Zaragoza. Luego llegaría el Espanyol antes de iniciar un periplo mundial que la ha llevado a Estados Unidos, Suecia, Rusia y, ahora, Alemania. Haciendo honor al potente gen emigrante gallego.

Cambiando la historia Con aquella generación de 2004, algo empezó verdaderamente a cambiar. Hoy en día, las categorías inferiores de la selección española ya no acuden a los torneos continentales y mundiales de tapado. No están destinadas a perder, sino que figuran en el cuadro de favoritas. La Roja ya tiene tres títulos europeos sub-17, varios subcampeonatos sub-19 y una medalla de bronce y otra de plata a nivel mundial sub-17.

“Es una gran satisfacción y un orgullo ver donde está llegando el fútbol femenino español después del esfuerzo de tantas jugadoras y de tantos años de trabajo abriendo puertas. Ver ahora a las chicas en las finales es una gran alegría. Y el futuro va a ser mejor seguro”, vaticina la optimista volante de 28 años, quien alcanzó también los cuartos de final de la Eurocopa Femenina de 2013, ya como referente nacional.

Un referente del que ella carecía en sus principios y que encontró, en cierto modo, en Tailandia. “Si no lo ves no sabes que existe, no sabes lo que es, lo que se siente. Llegas a un Mundial y allí ves otras realidades, te informas y se abre un mundo de posibilidades. Eso te motiva. Es muy importante dar visibilidad”, explica quien acaba de convertirse en embajadora de la Liga femenina española.

Pero un torneo mundial no sólo induce a cambios en el plano profesional, sino que enriquece profundamente en el plano personal. Y con esa perspectiva, Vero lanza un consejo a todo aquel que esté a punto de disfrutar de un Mundial, sea de la categoría que sea. “No sabes si se va a repetir. Y cuando no lo vives, lo echas de menos. Mi consejo es que lo disfruten, pero que disfruten de todo. A veces en competición te centras totalmente en el fútbol y yo ahora he aprendido a disfrutar de todo: de los entrenamientos, del lugar que visitas, de la gente que conoces, de la comida que pruebas, de cada segundo del día. Lo que nos queda en esta vida es la experiencia, los momentos, la gente”.