viernes 31 julio 2020, 09:16

Don Pepe, el fútbol desde el corazón 

  • Es el aficionado más querido del Atlas

  • Su familia, su pilar

  • "Siempre se puede salir adelante"

Don Pepe es quizá el aficionado que más siente el fútbol en el mundo. Nació sordo y a los 30 años perdió la vista, pero para amar al Atlas mexicano nunca necesitó de los oídos o los ojos: le ha bastado siempre el inmenso corazón que tiene y el apoyo de su familia.

“Yo recuerdo que, en la zona donde yo vivía (Tlaquepaque, Jalisco), veía que había gente jugando en el club que estaba cerca. Tiempo después me enteré que se habían instalado en el Estadio Jalisco y poco a poco fue naciendo ese amor por el Atlas”, comenta en una entrevista exclusiva con FIFA.com.

Conforme el Síndrome de Usher progresó, la cruz se le hizo más pesada a Don Pepe, cuyo nombre real es José de Jesús Loera. Acostumbrado a ir a la parte alta del Jalisco, los jugadores se le comenzaron a hacer más borrosos y el destino cruel e impostergable de su enfermedad terminó por volverse una barrera infranqueable entre él y su pasión rojinegra.

“Ese sentimiento de cuando anotan... Yo no veía que metían gol, pero sentía que la gente celebraba. Y me contagiaba, me levantaba; yo sentía esa vibración. Pero después, al estar en la casa y verlo en la televisión, ya no sentía esa vibración de estar en el estadio y estar con la afición”.

Amor de familia

Pero encontró el amor con su ahora esposa Adriana y sus hijos se convirtieron en su luz. Y a través de los ojos de José de Jesús, Adrián y Omar volvió a prenderse el fuego por el fútbol y el Atlas.

Para ellos, todo se trata del inmenso amor que le tienen a su padre y la búsqueda de hacerlo feliz: "Lo que queríamos era que, cuando el Atlas metiera un gol, él se parara a celebrar. Que reaccionara igual que todos en el estadio. Era simplemente por él. Nosotros primordialmente vamos al estadio para llevar a mi papá", comenta Omar de 19 años.

Y Don Pepe confirma la historia. “Cuando mis hijos crecieron, ellos empezaron a aprender el lenguaje de señas y a adaptarlo al fútbol. Esa parte me ayudó a volver a ir al estadio. Poco a poco la gente nos volteaba a ver; decían que mundialmente no era muy conocido que alguien sordo y ciego fuera a un estadio”.

Desde entonces, es el aficionado consentido de los Zorros. “Ahí fue cuando por primera vez nos grabaron sin saberlo. Era la primera vez que la gente reaccionó a nosotros”.

“Poco a poco la gente me saludaba en la calle, me decían que era el fan número uno de Atlas. Me emocionaba porque hacían que constantemente me sintiera parte del equipo, parte fundamental del Atlas. La gente me reconocía como un fan, un fiel, uno más de Atlas”, comenta Don Pepe, quien todos los años recibe por parte del club un abono y convive seguido con los jugadores en los entrenamientos.

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Inspiración para el mundo

A pesar de los obstáculos de la vida, Don Pepe irradia felicidad y entusiasmo. Tanto así que a veces comparte su historia para inspirar a otros.

“Actualmente me dedico a la casa: hago la comida y también lavo ropa o los trastes. Antes de la pandemia, iba a una Asociación donde daba pláticas motivacionales para empresas, escuelas y talleres de sensibilización de cómo ayudar a personas con sordo-ceguera. Así fui dando mi testimonio para compartir ese ánimo de que siempre se puede salir adelante”.

Sin embargo, la pandemia por la Covid-19 lo ha alejado de las canchas, situación que no lo tiene del mejor ánimo posible. Pero en México la pelota ya volvió a rodar y los Zorros se preparan para enfrentar a Club Universidad en su primer duelo en casa del nuevo torneo.

“Estamos listos y preparados. Y, por supuesto, estamos con los Zorros. Hay que estar positivos de cara a este nuevo torneo tan peculiar, porque aunque no podamos estar en el estadio, hay que estar contentos. Vamos a salir adelante todos juntos de esta pandemia”.

Y una vez más Don Pepe volverá a ver el fútbol desde la televisión. Pero, a diferencia de hace muchos años, junto a él estarán sus hijos para demostrarnos una vez más el inmenso poder del amor fraternal y que el fútbol, después de todo, es un idioma que casi siempre se habla desde el corazón.

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