viernes 18 marzo 2016, 09:07

El largo y tortuoso camino de Lee Nguyen

Bajo el cielo encapotado de Nueva Inglaterra, un hombre lucía una pechera de color rosa intenso: Lee Nguyen, que no jugaba con ningún equipo y actuaba en los dos a la vez. Era el cerebro del conjunto que tuviese el balón, el creador de juego que buscaba las dos metas, enviando pases exquisitos a espacios que no existían hasta que él los abría de par en par, como un experto vendedor de marisco al que no se le resiste la ostra más difícil. Recorría el césped plástico verde a la velocidad del rayo, como una luz brillante sobre un fondo gris plomo.

“Intento causar estragos entre el mediocampo y la defensa”, explica Nguyen (pronunciado como el inglés win) a FIFA.com después de entrenarse con el Revolution de Nueva Inglaterra, equipo de la Major League** Soccer, en los últimos días de invierno. “Me gusta encontrar esos espacios, esos huecos. A veces son muy pequeños, pero mi trabajo consiste en abrirlos. Es como más cómodo me siento”.

El mediocentro de los Revs habla despacio, y la forma en que arrastra un poco las palabras revela que pasó su infancia en Texas. Nguyen, hijo de inmigrantes vietnamitas, demostró muy pronto sus dotes para los aspectos más sutiles del fútbol. Se movía como en una burbuja, desplazándose entre las líneas invisibles que hay detrás de los delanteros. Encuentra ángulos que nadie ve. Ya de muy joven, hacía las cosas a su manera, como un artista.

Los inicios de Messi En 2005, cuando aún era un estudiante de secundaria, viajó a los Países Bajos para participar en la Copa Mundial Sub-20 de la FIFA. “El nombre de Messi estaba en boca de todos”, recuerda. Fue entonces cuando vio al astro argentino, quizás el mejor futbolista de la historia, dar sus primeros pasos en la prueba mundialista, en el primer compromiso de la selección estadounidense. “Se hizo con el balón desde la frontal de su propia área y fue regateando a todos por todo el campo, hasta casi marcar. Nos quedamos anonadados, pensamos: ‘¿qué ha sido eso?”.

Messi emprendió luego el camino que todos conocen hacia el estrellato, y el joven Nguyen tomó su propio rumbo. Fichó por el PSV Eindhoven, donde pasó tres años intentando alcanzar el primer equipo, sin lograrlo. Pero allí, en los Países Bajos, donde la técnica lo es todo, refinó sus ya pulcras habilidades. Entonces llegó una decisión que podría parecer un suicidio profesional: se fue a Vietnam, un lugar muy alejado del protagonismo mediático.

“Allí recibí una gran atención”, dice, refiriéndose a sus dos temporadas en el Hoang Anh Gia Lai FC y el Becamex Bình Dương FC, de la primera división vietnamita. Se convirtió en un ídolo. Era el primer estadounidense que jugaba en Vietnam, y no podía ir por la calle sin que multitud de personas le pidiesen autógrafos y fotografías. Era una estrella en el país de sus padres.

“Con los hinchas, se daba un efecto dominó”, afirma, riéndose de aquel alboroto. “Una persona me veía en un centro comercial y cada vez se acercaba más gente, corriendo. Cuando me daba cuenta, ¡no podía ni moverme!”.

En el sudeste de Asia, en unas condiciones de calor sofocante y humedad, Nguyen enriqueció su fútbol. “Enseguida se aprende que la posesión es fundamental”, señala el jugador, que habla vietnamita con soltura. “Si uno no tiene el balón, eso significa que debe ir a por él. Y puede resultar duro con ese calor. Los días se hacen muy largos”.

El cuerpo técnico de la selección vietnamita no tardó en cortejar a su hijo pródigo. “Por un lado, tenía sentido pensar en jugar con Vietnam”, dice Nguyen, antes de mostrar sus verdaderos colores. “Pero tenía el sueño de volver a la selección estadounidense. Sabía que debía regresar para que me tuviesen en cuenta”.

Vuelta a casa Nguyen dijo adiós a la burbuja en la que sabía que nadie le estaba mirando. Habían pasado siete años desde su última convocatoria con Estados Unidos, y tratar de volver era una apuesta arriesgada. Sin embargo, en 2014 ya formó parte del once ideal de la MLS, y quedó en segunda posición del premio al mejor jugador de la liga. También tiene muchas posibilidades de cubrir el enorme hueco que dejó en el conjunto de las barras y estrellas Landon Donovan, auténtico talismán ofensivo de los suyos durante mucho tiempo.

A principios de este año, Nguyen recibió los elogios del seleccionador, Juergen Klinsmann, y de sus compañeros en una concentración del equipo nacional. “Tiene un primer toque fantástico”, apuntó Jozy Altidore, compañero suyo en las categorías inferiores estadounidenses. “En cierto modo, todos estábamos esperando por él”.

“Jugar con ellos es algo increíble”. Así describe Nguyen el nivel que tiene la competición internacional. “Están en un plano distinto, y hacen que yo también mejore. Todos se mueven más rápido, piensan más rápido. Para un futbolista como yo, un organizador de juego, es divertido jugar en un ambiente así”.

A sus 29 años, Nguyen ha madurado y alcanzado su auténtico potencial. Se mueve por la cancha con gracilidad, como una pluma sobre las aguas de un río. Es elegante y espigado, y muy querido en la ciudad de Boston y sus alrededores. Cuando Klinsmann anuncie este mes su lista para los clasificatorios en casa y a domicilio frente a Guatemala, a nadie le sorprendería ver el nombre de Nguyen justo en el centro.