Gabriel Jesús, el fútbol de la calle

La tranquilidad que exhibe Gabriel Jesus ante la meta contraria es la misma que, a sus 19 años, muestra al hablar con FIFA.com de sus expectativas por jugar un Torneo Olímpico de Fútbol en casa, en Río 2016. Pero no lo tomen como falta de entusiasmo. “El fútbol ha sido mi vida entera”, afirma el precoz artillero, máximo realizador de la liga brasileña.

Gabriel es uno de esos casos, cada vez más raros, de talento que, antes de incorporarse a un gran club como el Palmeiras, se formaba como jugador en partidillos en las calles del barrio de Jardim Peri o en los reñidos choques del fútbol amateur de São Paulo, midiéndose con centrales que lo superaban, con mucho, en edad.

Una obsesión “Jugué en la calle desde los 7 años, y después vinieron los torneos amateurs. A veces jugaba hasta tres o cuatro partidos. Demasiado. Llegaba un momento en que me daban calambres”, dice el ariete, que se incorporó a la famosa cantera del Palmeiras en 2012. “Es el fútbol. No consigo pensar en otra cosa. No me gusta hablar mucho, lo hago en la cancha: entrenándome y jugando. Pero, cuando vuelvo a casa, el fútbol también me ocupa todo el tiempo. Creo que estoy obsesionado”.

En esa obsesión, Gabriel contó con el firme apoyo de su familia, especialmente el de su madre, Vera, flexible con la hora de regreso a casa para que pudiese seguir jugando. Esa suerte de tarea extraescolar rindió frutos: el muchacho paulista es ahora una de las mayores promesas del fútbol brasileño y mundial.

En su segundo año completo como profesional, suma 10 goles en 14 partidos con el Palmeiras, líder, uno de los clubes más laureados de Brasil y que aspira a adjudicarse el que sería su primer Brasileirão desde 1994. En la Copa Libertadores, materializó 4 tantos en 5 encuentros.

Gabriel asumió muy pronto la misión de perforar las metas contrarias: cuando disputó el Campeonato Paulista Sub-17, batió un récord, al anotar 37 dianas en 22 jornadas. Son unas cifras que impresionan, aunque no sorprendan, ya que esa fue una de las escasas ocasiones en que compitió contra chicos de su edad. Desde sus inicios en las categorías amateurs, estaba acostumbrado a jugar con gente mucho mayor, al igual que ahora en el Brasileirão. También en el Torneo Olímpico convivirá con veteranos: uno de los jugadores de la Seleção** que superan los 23 años es el arquero Fernando Prass, su compañero de club, que tiene 38.

“Cuando empecé a jugar con los mayores, sólo me ponían de lateral derecho. Aunque, a decir verdad, acababa jugando de punta o de extremo, atacando más. Entonces comenzaron a dejarme jugar en mi posición, arriba, peleándome con los grandotes”, recuerda el delantero, que abandonó el fútbol amateur a los 16 años, si bien admite que, de vez en cuando, le resulta difícil rechazar la invitación de jugar un partidillo en su antiguo barrio.

Ritmo fulgurante Aquella época fue muy instructiva para él, e incluso le dio el aire de jugador curtido que tiene actualmente. “En el fútbol amateur a la gente no le importa nada, es muy distinto, entran a romper. Aquí recibo golpes, pero es más sosegado. Y además, allí los campos eran de tierra. Los partidillos ahora son en canchas de césped sintético”.

Gol a gol, el camino desde los campos de tierra de Jardim Peri a los impolutos céspedes profesionales ha sido rápido. Gabriel, a punto de disputar en Río 2016 su segunda competición oficial con la Seleção, se estrenó con los colores verdeamarelos en las filas del combinado sub-20, en amistosos en Austria.

Luego viajó a Nueva Zelanda, para participar en la Copa Mundial Sub-20 de la FIFA, donde se proclamó subcampeón, tras perder una dura final ante Serbia en la prórroga. “Fue maravilloso en un 99%, aunque faltó ese 1% de la final. Por desgracia, nos estrellamos contra los palos. Aquel equipo merecía mucho, pero aun así creo que quedamos contentos con nuestro desempeño”, reconoce.

Ahora, el desafío es mayor y también su ambición. “No puedo darme nunca por satisfecho”, señala el atacante, quien coincide por primera vez con Neymar en el mismo vestuario. Una combinación que ilusiona a los hinchas brasileños, animados con la perspectiva de disfrutar de un gran ataque.

Sin embargo, para este joven de 19 años no será más que otra oportunidad de entrar en el terreno de juego y hacer lo que más le gusta. Así de sencillo. “Para mí, por más que él sea una estrella, uno de los mejores del mundo, es normal. No presto atención a esas cosas. Sólo quiero jugar y ayudar. Ahora estoy en el Palmeiras haciendo eso. Con la selección, es lo mismo”, concluye con su inalterable calma.