domingo 19 enero 2020, 15:49

Carlos Borges: Un gol histórico para un héroe del silencio

  • Se cumplen 60 años del primer gol de la Copa Libertadores

  • Lo anotó el uruguayo Carlos Borges, de Peñarol

  • Borges fue más tarde héroe en un tragecia naval

La Copa Libertadores de América se ha transformado en una de las competiciones de clubes más prestigiosas del planeta, generando infinidad de hitos que han marcado la carrera de numerosos futbolistas. Algunos de ellos, sin embargo, tienen historias de vida que superan sus gestas deportivas.

Este es el caso del delantero uruguayo Carlos Borges, quien quedó en los anales de la competición al ser el autor del primer gol del torneo el 19 de abril 1960, jugando para Peñarol ante el Jorge Wilstermann de Bolivia.

Lucho, como apodaban a este delantero que falleció en 2014 a los 88 años, ya era famoso no sólo por sus logros con el Carbonero, sino también por haberse destacado con la selección de su país.

Lo que pocos saben es que unos años después, Borges se vistió de héroe para salvar la vida a un niño durante un naufragio que marcaría el comienzo del fin de su carrera. FIFA.com narra su historia a continuación.

Un winger inteligente y oportuno

Nacido el 14 de enero de 1932, Borges se formó en la cantera de Peñarol, donde debutó en 1946 con 14 años, aunque recién se afirmó en el primer equipo a comienzos de los 50’. Según las crónicas de la época, era un puntero izquierdo punzante, hábil y con poder de gol, que pateaba bien con ambas piernas y podía jugar sobre derecha casi con la misma naturalidad.

Su nombre trascendió fronteras durante la Copa Mundial de la FIFA Suiza 1954, cuando le anotó tres goles a Escocia en el 7-0 de la ronda inicial.

Lucho agregaría uno más a su estadística personal al abrir la cuenta ante Inglaterra en el triunfo por 4-2 de cuartos de final, transformándose en el último uruguayo en marcar 4 o más tantos en un Mundial hasta que Diego Forlán lo superó con 5 en Sudáfrica 2010.

Aquella selección, que integraban entre otros sus compañeros carboneros Roque Máspoli, Obdulio Varela y Juan Hohberg, terminó cuarta en Suiza, pero contenía la base del equipo que, tras 14 años de sequía, ganó la Copa América en 1956. Para esta gesta Borges aportó una diana.

En 1958 fue, con 7 tantos, el goleador del Peñarol que obtuvo el primero de cinco títulos consecutivos, aquel del “Primer Quinquenio Dorado” del club. Pero fue el éxito de 1959 el que le permitió disputar el inédito Campeonato de Campeones, nombre con el que se conoció a la edición estreno de la actual Copa Libertadores.

Aquel gol y la partida a Argentina

El primer partido se llevó a cabo en el Estadio Centenario el 19 de abril de 1960 ante unos 35,000 espectadores. Borges anotó el gol que pasaría a la historia al minuto 13’.

Así lo describió el vespertino El Diario: "Avanzó por la media cancha Hohberg, quien hizo gran pase profundo para Cubilla. Frente al golero remató el winger derecho, dando la pelota en el horizontal. Recogió el rebote Borges shoteando fuerte, pegando la pelota en Rocabado; tomando otra vez Borges quien remató en forma alta venciendo al golero Rico".

Pocos recuerdan que cuatro minutos después Borges también anotó el segundo, quizás porque ese mismo día Alberto Spencer marcó los últimos cuatro del lapidario 7-1 que le propinaron al Wilstermann. Lucho no volvería a ver puerta en toda la competición, que el Carbonero obtuvo al vencer en la final al Olimpia de Paraguay.

Borges pasó al Racing Club de Argentina a final de 1960, luego de perder con Peñarol la Copa Intercontinental a manos del Real Madrid de Alfredo Di Stéfano, Ferenc Puskas y Paco Gento. En la Academia, fue pieza importante del equipo que ganó el título en 1961, pero dos años después su vida cambió para siempre…

Héroe del silencio

Borges jamás imaginó lo que iba a sucederle aquel 10 de julio de 1963, cuando en Montevideo subió al vapor “Ciudad de Asunción” para cruzar el Río de la Plata hacia Buenos Aires. A las tres de la mañana, Lucho sintió un gran golpe que, rápidamente, comenzó a ladear la nave.

“¡Levantate que nos hundimos!”, le gritó a su compañero de cuarto. Al llegar a cubierta todo era desconcierto, salvo por un marinero que pedía a todos que se ubicaran del lado opuesto de la inclinación “para balancear el barco”. U

na hora después llegó lo peor: la explosión de la sala de máquinas. Pese a la espesa niebla, muchos empezaron a tirarse al agua, buscando aferrarse a cualquier cosa que sirviese de flotante. Borges fue uno de ellos, agarrándose de un banco para salvarse. En este momento, una mujer gritó desde las llamas: “¡Por favor, no dejen morir a mi hijo!”.

Sin saber nadar, Borges se dirigió hacia la madre, quien tras dejar caer al niño se perdió entre el fuego. El jugador lo ayudó a llegar al banco, en el que estuvieron a la deriva por horas. Casi congelados, la ayuda recién llegó al amanecer a través de un barco argentino.

Tras recibir los primeros auxilios, el futbolista buscó al chico, que había sido llevado a otro lugar, y se enteró de que estaba bien, siendo testigo del reencuentro con su padre. Su madre fue una de los casi 70 muertos de la tragedia, según cifras extra oficiales, provocada por otro barco hundido.

Cuando llegó a Argentina, Borges, como el profesional que era, fue a entrenarse con Racing, en contra de la recomendación médica. Al rato se desmayó y recién entró en razón un par de días después, tras lo cual viajó a Uruguay para su recuperación.

El trauma lo persiguió durante meses, y si bien rara vez habló del naufragio, volvió a jugar en Platense, un club de la segunda división argentina, aunque jamás fue el mismo.

Borges se retiró en 1964 y, dicho está, falleció en 2014, pero la historia ya tenía un lugar reservado para él, tanto en el fútbol como en la vida.