miércoles 31 agosto 2016, 09:44

Simoncini, el arquero que nunca se rinde

****Una, dos, tres, cinco, diez y hasta trece. Él ya no cuenta el número de veces que realiza el mismo gesto durante un partido. Porque además tampoco es el más agradable: recoger el balón del fondo de su propia meta. Una rutina que desanimaría a cualquiera, pero que nunca ha mermado la motivación y el espíritu competitivo de Aldo Simoncini.

Simoncini es un arquero como los demás, la única diferencia es que él desempeña su oficio en la selección de San Marino, uno de los estados más pequeños de Europa y uno de los combinados más modestos de la Clasificación Mundial FIFA/Coca-Cola. De hecho, se trata de un equipo acostumbrado a recibir abultadas goleadas. "Yo nací en San Marino y lo he dado todo para conseguir ocupar este puesto y defender los colores de mi país", asegura el interesado a FIFA.com cuando mencionamos lo ingrato de su tarea. "Por supuesto, paso por más dificultades que los guardametas de otros países más prestigiosos. Sin embargo, lo asumo sin problemas".

Lo asume hasta el punto que, aunque no ha conocido la victoria en más de 40 convocatorias y 10 años de presencia en la selección, jamás duda a la hora de acudir a la llamada de la Serenissima. "A nadie le gusta perder, a nosotros tampoco, pero conocemos nuestros límites", admite con humildad. "Somos jugadores de un cierto nivel y vemos la distancia con respecto a los equipos a los que nos enfrentamos. Hay una gran diferencia entre la vida que llevamos nosotros y la que llevan nuestros rivales, que en general son profesionales, mientras que nosotros tenemos que cumplir una jornada laboral completa antes de ir a entrenar".

Así, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, Simoncini es ingeniero informático. Tres horas después, a las 7, cambia el teclado por los guantes, porque los fines de semana defiende la puerta del Libertas, de la liga de San Marino. "La calidad de nuestro campeonato nacional no es muy elevada, por eso siempre es gratificante medirse a equipos que tienen en sus filas a jugadores de alto nivel", explica para describir el placer que le proporcionan los encuentros internacionales.

El respeto debido Entre sus mejores recuerdos, citó el intercambio de camisetas con su ídolo, Gianluigi Buffon, o la emoción de haberse cruzado en el camino de Manuel Neuer, y sobre todo, sus duelos con los delanteros más grandes. "Me he enfrentado directamente a futbolistas de alto nivel, pero sin duda el más impresionante es Wayne Rooney", asegura con una evidente admiración por Inglaterra, "un equipo de caballeros que nos trató con respeto al jugar contra nosotros de igual a igual", precisa lamentando la falta de consideración de muchos otros adversarios.

Simoncini lo sabe: soñar con la clasificación para un gran torneo es una misión imposible para un país de 33.000 habitantes que cuenta con apenas cincuenta posibles candidatos para conformar su selección nacional. Por eso, hay que buscar la motivación más allá del simple resultado. "Los partidos comienzan siempre con 0-0 y nosotros intentamos hacerlo lo mejor posible", sostiene el portero, cuyo hermano gemelo, Davide, también es internacional. Es plenamente consciente de la alta probabilidad de derrota, pero eso es algo que nunca da por sentado cuando accede al terreno de juego.

El 30 de agosto cumplirá 30 años, y cuatro días después tampoco pensará en perder cuando ponga los pies sobre el estadio Olímpico de Serravalle, contra Azerbaiyán, en el comienzo de su campaña en la competición preliminar de la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018™. "En teoría, nuestro contrincante parte como favorito, pero se trata sin duda de un encuentro en el que tendremos que intentar arriesgar más de lo normal. Aunque de ahí a decir que terminaremos por delante en la tabla, hay un mundo…", admite Simoncini acerca de un Grupo C en el que también están encuadradas la República Checa, Irlanda del Norte, Noruega y Alemania.

El precio a pagar Precisamente el cancerbero debutó frente a Alemania, en 2006, en un choque que para él es inolvidable por varios motivos. "No pudimos hacer mucho contra un equipo que nos atomizó, también con mucho respeto, porque jugaron a fondo hasta el final", rememora a propósito de la derrota por 13-0, la más abultada de la historia de la Serenissima. "Nosotros hicimos todo lo que estaba en nuestra mano, pero sabemos que contra los grandes, ése es en ocasiones el precio a pagar".

Paradójicamente, Simoncini recuerda con cariño el momento porque, además de ser su bautismo de fuego, el duelo supuso el fin de un largo calvario de dos años, consecuencia de un grave accidente de coche que le provocó la fractura de un codo y de la pelvis y que lo tuvo totalmente inmovilizado durante cuatro meses. El diagnóstico auguraba el adiós definitivo al fútbol y la posibilidad de no volver a caminar normalmente. "Es cierto que para mí fue un poco especial, aunque no creo que mis compañeros guarden un buen recuerdo", dice entre risas. "A pesar del placer de recuperar las sensaciones, hubiese podido pasar perfectamente sin los 13 goles…".

Y como siempre, Simoncini fue una y otra vez a buscar el balón al fondo de su propia meta y volvió a la carga sin perder ni un ápice de su motivación.