Al final fue poco menos que algo rutinario. Ricardo Quaresma hace una pared con su compañero Adrien Silva en la banda derecha, se acerca al borde del área y chuta. Golpea la pelota con el exterior de la bota derecha. El balón va ganando velocidad. Ali Beiranvand, el arquero iraní, salta. Se estira en el aire todo lo que puede, pero es incapaz de alcanzar el cuero. El disparo del portugués es tan perfecto, que el guardameta —pese a sus 192 cm de estatura— no puede hacer nada por evitar el tanto.

¿Pura rutina? ¿Otra diana más de Quaresma? Ante la belleza del gol, semejante calificación parece casi una blasfemia. Por otro lado, no es menos cierto que Quaresma se ha forjado un nombre en el mundo del fútbol gracias a su golpeo de balón con el exterior de la bota, ya sea para marcar goles o para dar asistencias. La trivela, como se denomina este recurso en su país, es el sello distintivo de este futbolista de 34 años, ganador de la Liga de Campeones de la UEFA y elegido en dos ocasiones mejor jugador portugués del año.

El hecho de haber anotado un gol en la Copa Mundial de la FIFA, el torneo más importante del planeta fútbol, en el tramo final de su carrera, bien podría significar uno de los momentos estelares de su trayectoria. En primer lugar, porque fue su primer gol en una Copa Mundial. En segundo lugar, porque su diana le valió para ser nombrado Jugador Budweiser del Partido. Y, por si fuera poco, su tanto está ahora nominado al Premio Puskás de la FIFA al mejor gol del año.

"Sí, aquel gol fue una respuesta. Y fue un golazo. Tuve la fortuna de golpear el balón en el punto exacto. La gente puede decir lo que quiera, pero todavía me queda cuerda para rato".

Ricardo Quaresma