martes 05 noviembre 2019, 01:32

Tshibuabua, eslabón fuerte de un equipo y una familia 

  • Marvin Tshibuabua es defensa de la selección de Francia sub-17

  • Brilló contra Haití bajo la mirada de sus padres

  • Francia se medirá a Australia en octavos de final

Para todas las selecciones clasificadas prematuramente para octavos de final, la última jornada de la fase de grupos fue una ocasión para rotar la plantilla. Francia no fue la excepción. Contra Haití, Jean-Claude Giuntini realizó siete cambios, entre ellos poner de titular al defensa central Marvin Tshibuabua, habitual suplente. Pero la palabra “suplente” tal vez no sea adecuada…

“No, no hay suplentes propiamente dichos en este equipo”, confirma a FIFA.com el jugador del Saint-Etienne. “Hay unos que juegan un poco más que otros, y el partido contra Haití, efectivamente, fue una ocasión para darles descanso. Somos ante todo un grupo de 21 jugadores, un equipo unido, en el que cada uno tiene un papel que desempeñar”.

En todo caso, frente a los Granaderos, el papel de Tshibuabua fue preponderante. Además de mostrarse impecable atrás, provocó el penal que desbloqueó la situación para los Bleuets, tras ser agarrado por la cintura dentro del área.

“¡Todos fuimos decisivos! Yo sólo soy un eslabón de la cadena. Antes de provocar la pena máxima, hubo un saque de esquina que forzó un compañero. Y después hubo un penal que lanzó otro compañero… Todo eso para decir que no es un jugador, sino todo un equipo el que está implicado en un gol”, subraya.

Las dos familias de Tshibuabua

A la vista de cómo se celebraron cada uno de los seis goles marcados por los Bleuets en este campeonato, sería difícil contradecir a este grandullón de 1,90 metros, que además es el mayor de su selección. En efecto, a cada diana le siguió una larga carrera del goleador hacia su banquillo y una intensa alegría compartida por 21 futbolistas.

“Es un poco ‘tópico’ decir eso, pero la fuerza de esta selección de Francia consiste en ser un grupo. Cada uno sabe que puede apoyarse en el otro. Somos una familia”.

Y para un Tshibuabua, la familia es sagrada. Se hacen sacrificios por ella. Se cruzarían océanos enteros por ella… Por tanto, no fue sorprendente encontrar este sábado al papá y la mamá de Marvin en las gradas del Estadio da Serrinha de Goiania.

“Nos parecía normal estar aquí para apoyar a nuestro hijo y su equipo”, explica su padre, Benjamin, que se desplazó con su mujer desde Lyon. “¡No todos los días está disputando un Mundial!”.

De tal palo, tal astilla

Hacerse tantos kilómetros en avión y ver a su hijo comenzar en el banquillo los dos primeros partidos de un Mundial habría frustrado a más de un padre. Pero no a Benjamin Tshibuabua: “Hay competencia, es normal. Y sé que esta plantilla es positiva y sana. Se está ahí para ganar la copa. Juegue mi hijo o no, ¡lo esencial es que seamos campeones del mundo!”, explica. “No son 11 jugadores los que pueden ganar este trofeo, ¡es un equipo entero!”.

“Es mi hijo, sólo puedo estar orgullosa de él: ya sea en el banquillo, en el terreno de juego o en otra parte. Él hace su trabajo, y yo estoy contenta de que lo haga tan bien”, añade Mado, su madre, con la camiseta del hijo a la espalda. “Soy como todas las mamás; temo los golpes que se lleva, me duele por él cuando pierde, y estoy contenta por él cuando gana”.

Esa generosidad, ese altruismo y esa entrega las llevan claramente en los genes. “Me emociona muchísimo que estén ahí”, confiesa Marvin como respuesta. “Tienen previsto quedarse en Brasil hasta la final. Eso motiva, no tenemos ganas de defraudarles”. Con semejante mentalidad, y con unos padres así, ¡debería poder evitarse!”.