lunes 26 marzo 2018, 07:59

El viaje de Erlachner para acabar con su doble vida

Que Terminator se vuelque en favor de una causa extraordinaria no pasa desapercibido. En una imagen que dio la vuelta al mundo, se puede ver al famoso héroe hollywoodense con el habitual corte a cepillo, la chaqueta de cuero y el arma sobre el hombro derecho, tal y como aparece en el cartel de la película. Sin embargo, la imagen tiene algo diferente: los colores del arcoíris.

Con esa fotografía de 2015, Arnold Schwarzenegger dejó claro que estaba a favor de la recién aprobada ley del matrimonio homosexual en Estados Unidos. Y quién mejor para reivindicar la igualdad de derechos en Facebook ante el mundo entero que el personaje más famoso encarnado por el actor: un robot comprometido con el amor.

En el debate sobre la homosexualidad, hay ciertas preguntas que se repiten. Por ejemplo: ¿Qué tiene de extraordinario en el siglo XXI una noticia sobre la legalización del matrimonio homosexual? ¿Qué tendría de extraordinario que las parejas gays no pudieran contraer matrimonio? ¿Por qué existen limitaciones para los gays? ¿Qué es lo que pueden y no pueden hacer?

Durante mucho tiempo, Pascal Erlachner tampoco supo lo que estaba bien y lo que estaba mal. Albergaba dudas morales sobre su homosexualidad y, también, sobre el hecho de mostrarse tal cual era ante familiares y amigos: un círculo vicioso. Optar por mantener la orientación sexual en secreto pasa irremediablemente por la necesidad de llevar una doble vida —siempre y cuando no se quieran reprimir, además, las necesidades afectivas—, y esa dualidad erosiona el equilibrio interior y resulta agotadora.

En el caso de Pascal Erlachner, su doble vida se materializó en dos teléfonos, con un dispositivo que utilizaba exclusivamente para sus salidas nocturnas a locales de ambiente en otras ciudades, y sin poder compartir verdaderamente con nadie todo lo que le pasaba por la cabeza y lo que sentía.

La edición de marzo de FIFA 1904 le dio una gran cobertura a temas relacionados con igualdad e inclusión. Puedes acceder a ella haciendo click en este enlace.

La mayor dificultad llega a la hora de intentar conciliar dos mundos, el auténtico y el fingido. ¿Cómo se consigue?

No es una pregunta del cómo, sino del cuándo. No existe la fórmula magistral para salir del armario. Pasa un poco como con las mentiras, que nos provocan remordimientos de conciencia. Llega el momento en el que es necesario poner, de una vez por todas, cada cosa en su sitio, para lo cual es necesario saltar al vacío.

Para sincerarse son necesarios pocos segundos, tan solo unas breves palabras o una llamada de teléfono. O también puede hacerse por escrito. "A los treinta años, llegó un momento en el que ya no podía más —nos cuenta Erlachner en Zúrich—, la tristeza y la soledad pudieron conmigo. Una noche me decidí a mandar a mis padres un mensaje de texto. Acto seguido, vinieron a mi casa y me abrazaron. Por fin lo había dicho".

La dificultad de superar los clichés En materia de aceptación de la homosexualidad en el fútbol, muchos aspiran a poder decir lo mismo que Erlachner: «por fin, ¡por fin!». Los futbolistas y árbitros homosexuales han de tener el respeto que merecen: a la hora de la verdad, lo importante es lo bien o mal que se hagan las cosas sobre el campo, y no la vida social o familiar de los deportistas. En otros sectores profesionales, la homosexualidad se vive desde hace décadas con total normalidad. Si un actor o un músico declara en público que es gay, solo se interesa por ello algún que otro fan incondicional, y ni siquiera por mucho tiempo.

En efecto, muy pronto se dan cuenta de que el artista que se sube al escenario o que actúa delante de las cámaras sigue haciendo su trabajo de idéntica manera. Si hacemos un poco de memoria, recordaremos que, cuando Elton John declaró en 1976 en la revista Rolling Stone que se sentía atraído por los hombres, el revuelo causado por su confesión se calmó en muy poco tiempo. Y de eso han pasado ya 42 años.

En el mundo del fútbol, sin embargo, parece que la orientación sexual sigue siendo un tabú. Probablemente haya quien piense que un futbolista a quien le gusten los hombres no puede estar al nivel de los futbolistas heterosexuales, ni debe utilizar los mismos vestuarios. Es como si el fútbol siguiese anquilosado en principios y prejuicios de otra época. ¿Estamos ante clichés? Según el diccionario, los clichés son lugares comunes, ideas o expresiones demasiado repetidas o formularias.

Algo que se hace por fórmula, para cubrir las apariencias es difícil de combatir. Por otro lado, en un entorno intolerante con los gays, tampoco se guardan las formas en la comunicación oral. Muchos aficionados y jugadores recurren a adjetivos como marica o maricón para burlarse de otra persona o de una jugada poco afortunada. Y es inevitable que ese uso discriminatorio del lenguaje atormente a los homosexuales, como una herida que vuelve a abrirse una y otra vez.

Pascal Erlachner es capaz de referirse a este tipo de situaciones con una serenidad pasmosa. Sin duda, porque lleva años afrontando este problema. Según nos cuenta, antes también se reía o incluso él mismo profería este tipo de insultos, para no llamar la atención. Pero por la noche, en casa, no paraba de darle vueltas y se veía invadido por la rabia, el enfado y la tristeza. "En el fútbol, es muy común sentir miedo al rechazo. Por ese motivo, uno disimula y finge delante de los compañeros".

Cientos de mensajes Después de mostrarse tal y como es ante familiares y amigos, Erlachner necesitó otros siete años para hacer pública su homosexualidad el pasado año, justo antes de la llegada de la Navidad. Los primeros en difundir la noticia fueron los medios de la prensa nacional e internacional; más tarde, la televisión suiza programó un reportaje de una hora de duración sobre este árbitro y profesor de educación física de 37 años. La repercusión fue abrumadora.

Erlachner nos muestra el teléfono y la cantidad de mensajes recibidos, en los que abundan emoticonos positivos y palabras de ánimo. A medida que desliza el dedo índice por la pantalla para mostrar lo larga que es la lista de mensaje, nos dice: "Todo el mundo me apoya, ¿no es genial?". No oculta su satisfacción, bebe un sorbo de té y se reclina sobre el respaldo. Erlachner vive con autenticidad, las mentiras pertenecen al pasado.

Y a las vidas de ficción. Recientemente, en algunos países se ha estrenado el largometraje suizo Mario, en el que un joven futbolista ve peligrar sus posibilidades de jugar como profesional tras enamorarse de un compañero de equipo. Los paralelismos con Erlachner y su doble vida de antaño son innegables, como lo es el hecho de que la sociedad debe superar de una vez por todas los prejuicios que rodean a la homosexualidad. Sayonara, baby.