sábado 08 agosto 2020, 19:09

Las historias nunca contadas de una futbolista olímpica de récord

  • Christie Pearce Rampone posee el récord de medallas de fútbol olímpico

  • Rememora para FIFA.com sus principales impresiones de cada torneo

  • El libro del que es coautora, Be All In, se publica este mes

Christie Pearce Rampone ocupa en solitario el primer puesto del podio de medallas —cuatro— de la historia del Torneo Olímpico de Fútbol, tanto de la categoría masculina como femenina. A lo largo de su laureada carrera, la defensora de la selección estadounidense conquistó tres oros (2004, 2008 y 2012) y una plata (2000), y fue medallista en todas las ediciones en las que compitió.

Tal día como hoy, un 9 de agosto, se convirtió, a los 37 años y 46 días, en la jugadora de mayor edad del Torneo Olímpico de Fútbol Femenino que se colgaba el oro. Estados Unidos venció a Japón en la final de Londres 2012, un año después de la enorme decepción sufrida en el duelo por el título de la Copa Mundial Femenina de la FIFA Alemania 2011™, en la que las norteamericanas habían perdido en la tanda de penales frente a ese mismo adversario.

FIFA.com habla con la jugadora, inmersa en una gira virtual para promocionar su próximo libro, titulado Be All In (“Entrégate al máximo”), quien reflexiona sobre cada una de esas ediciones.

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Sydney 2000: el momento “ajá”

“En 2000, para mí fue el momento ‘ajá’. Ser deportista olímpica, el mero hecho de haber llegado hasta allí… Tuve la suerte de poder asistir a la ceremonia inaugural, que me cambió por completo la perspectiva que tenía de los deportistas olímpicos. Recuerdo que al ver cualquier anillo olímpico, pensaba: ‘no puedo creer que yo esté aquí”.

“Todo fue estupendo. Creo que la selección hizo un papel excepcional en aquellas Olimpiadas. Por desgracia, nos quedamos cortas, ¡pero ganamos una medalla de plata! Nunca olvidaré cómo me inspiraron muchas jugadoras, ni ver brillar a Tiffeny Milbrett. Era la jugadora más pequeña que había en la cancha y saltó para marcar de cabeza al final, forzando la prórroga, aunque por desgracia perdimos al principio, por un gol de oro. La trayectoria quedó envuelta por todas esas emociones: el sentimiento de la derrota, y saber que no quería volver a experimentarlo, darme cuenta de que podía aprender de ello, fue algo que me metió en una dinámica de querer ser mejor”.

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Atenas 2004: una despedida perfecta para las pioneras

“En aquel torneo, lo importante era que las pioneras, jugadoras como Mia Hamm, Julie Foudy o Joy Fawcett, se despidiesen a lo grande. Yo era consciente de que estaba jugando por algo más importante que la medalla de oro. Esas chicas habían allanado el camino para que yo tuviese la oportunidad de jugar, y cuando una jugaba era como si se hiciese el silencio, se percibía la energía. La mirada que tenían lo reflejaba, transmitía que, pasase lo que pasase, lo hacíamos por esas jugadoras. Se trababa más de un esfuerzo conjunto. Ocurriese lo que ocurriese, yo me entregaba a fondo y lo daba todo para conseguir una medalla de oro por esas chicas”.

“¡Aquella final contra Brasil fue durísima! Recuerdo que los postes nos salvaron un par de veces, Bri [Brianna Scurry] estuvo sensacional en el arco, y fue un desenlace muy apropiado. Para ser las mejores, hay que vencer a las mejores. Brasil tenía una selección fantástica, pero lo conseguimos, logramos brindarles la despedida que merecían”.

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Pekín 2008: el triunfo frente a la adversidad

“Fue un torneo interesantísimo. Perder justo antes de que empezase a una jugadora tan influyente, a Abby [Wambach], que se rompió una pierna, fue absolutamente devastador, no solo por ser una gran futbolista, sino porque para mí era la referencia, mi apoyo, la persona a la que siempre acudía en los momentos duros, así que también fue complicado desde un punto de vista psicológico. Recuerdo que la forma en que empezamos el torneo no reflejó de verdad quiénes éramos. En aquel partido contra Noruega todo lo que podía salir mal salió mal. Los medios de comunicación ya nos descartaban. Fue la primera vez que tuve la impresión de que no nos daban como favoritas. Representó un golpe importante”.

“Aquella selección me inspira respeto, porque no nos habíamos labrado un nombre, no estábamos consolidadas. Fuimos mejorando poco a poco, partido a partido. Escribimos nuestro propio guion. Las cuatro atacantes que asumieron la responsabilidad de suplir a Abby respondieron. Carli Lloyd estuvo asombrosa en aquel torneo, Angela Hucles, Amy Rodríguez y Natasha Kai estuvieron de verdad a la altura y ayudaron a conducir a aquella selección a la victoria. Tuvimos muchísima suerte de contar con Pia [Sundhage] como nueva seleccionadora, con su energía, que nos hizo apreciar todavía más el juego”.

“Ser también madre de dos hijas en aquel momento, y poder regresar después de tenerlas y liderar al equipo como capitana, fue el broche a todo el esfuerzo que había dedicado al deporte. Es algo surrealista. En el momento en que suena el pitido final prácticamente te olvidas de todo lo que has hecho”.

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Londres 2012: un final de ensueño

“Fue más que emotivo, porque sabía que para mí iba a ser el último. Empezamos en Escocia y fuimos abriéndonos paso hasta llegar a Wembley. Mi familia viene de Escocia, mi bisabuelo jugó de arquero durante diez años en Escocia, los dos actuamos en la defensa. Me consideraban como una heroína, por tener allí mis raíces, lo reconocieron y me animaron, estuvo muy bien”.

“Cada pequeño momento supuso un poco más. La semifinal que ganamos contra Canadá fue más un partido de baloncesto que de fútbol… ¿quién va a marcar cuando se cruce la línea de mediocampo? Ganamos 4-3 con una Alex Morgan enorme, fue increíble ver a una jugadora joven cumplir así”.

“Aquel pitido final… No olvidaré nunca ese sonido. Ganamos en el estadio de Wembley, delante de muchísimo público, no hay muchas mujeres que lleguen a jugar en esa cancha. Londres 2012 fue un reto más psicológico que físico. Jugábamos contra Japón en una final después del dolor que había sido perder la del Mundial Femenino el año anterior. Lograrlo fue algo increíble y muy especial”.

“Al volver la vista atrás y pensar en cada torneo, es importante recordar que no nos los regalaron. Siempre hubo algo que tuvimos que superar, obstáculos físicos o psicológicos. No fue un simple camino de rosas como todo el mundo piensa. Ahora nos damos cuenta”.

La experiencia de la villa olímpica

“Todo el mundo piensa: ‘Oh, estuviste en las Olimpiadas, pudiste ir a la villa olímpica’. Pero para poder ir hay que ganárselo, no pudimos ir a la villa hasta que llegamos a la final. Para vivir la experiencia al máximo y disfrutarlo, tuvimos que llegar hasta el final. Cuando entras allí, ¡competir se vuelve muy difícil, por las distracciones que hay! Sentarse en el comedor y ver a la gente, ser consciente del poder que hay en esa sala, es algo incomparable. Yo siempre dejé tranquilos a los deportistas. Fue divertido jugar a adivinar qué disciplina practicaba cada persona. En esa zona está todo el mundo. Lo mejor fue ver quiénes iban al McDonald's al final, ¡era la prueba de que ya habían acabado de competir!”.

Be All In es una obra conjunta de Christie Pearce Rampone y la Dra. Kristine Keane, editada por Hachette Book Group. Se publica el 18 de agosto y ya puede reservarse.