sábado 27 agosto 2016, 12:04

Bassett, de la desolación a la redención

“Ojalá nadie supiese cómo me llamo”.

Estas palabras suenan extrañas de boca de cualquier futbolista del máximo nivel. Pero Laura Bassett lo había dicho totalmente en serio. Entonces estaba convencida de que su nombre quedaría asociado para siempre a una cosa, a un momento maldito.

“Siempre será así: ‘En 2015, Inglaterra quedó eliminada por el gol en propia meta de Laura Bassett’. Así que tengo que asumir esa responsabilidad”, dijo. “Siempre seremos yo y mi nombre”.

Pese a todo, justo después de aquel despeje defectuoso y desesperante que situó a Japón en la final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2015™, a costa del combinado inglés, Mark Sampson hizo un análisis totalmente distinto de la situación en la que se hallaba Bassett. “Cuando vuelva a casa será una heroína”, afirmó entonces el seleccionador de las Leonas.

Un giro de 180 grados Y, entre esos dos escenarios, el que pronosticaba Bassett parecía más plausible. Era una defensora apenas conocida antes, a punto de cumplir los 32 años y, debido a la mala suerte o a lo que fuese, por culpa suya Inglaterra se había quedado sin disputar la que hubiera sido su primera final del Mundial Femenino. La frase de Sampson, así como los ánimos que le brindaban sus compañeras y la avalancha de apoyo que recibía en las redes sociales, parecían responder a un deseo de reconfortarla más que a un verdadero convencimiento de sus posibilidades de redención.

Bassett apenas se sentía capaz de mirar a los ojos al técnico y a sus compañeras. “Quería irme de allí”, admitió. “Tenía ganas de llorar, estar sola y taparme la cara. Y lo más duro fue ver a las demás personas que había allí y que se habían comprometido con este equipo. Por primera vez en mucho tiempo, todos estaban convencidos de que la selección inglesa podía lograrlo”.

Sin embargo, Sampson demostró que su pronóstico era algo más que una simple corazonada. Sabía que, aunque ya no conseguiría conquistar el Mundial, Inglaterra todavía podía hacer algo especial. Las Leonas nunca se habían colgado ninguna medalla en una cita mundialista, pero si vencían a Alemania se llevarían una en Canadá. La misma Alemania a la que no ganaban desde hacía 31 años.

La cuestión era si Bassett —que había admitido estar “destrozada, deshecha, sin poder controlarme”— estaría en condiciones de plantar cara ahora a su gran bestia negra. Enseguida se convocó una reunión para abordar el tema, y Sampson fue el primero en poner las cartas encima de la mesa. “Mark me dejó claro que quería que jugase”, recuerda Bassett. “Yo, como futbolista, también quería jugar, pero soy humana. Pensé: ‘¿Y si vuelve a pasar? ¿Y si les fallo a mis compañeras, si le fallo a mi país?’. Pero oír al entrenador decir que me quería en la cancha significó mucho para mí, como jugadora, y me permitió recuperar la confianza”.

Camino recompuesto Inglaterra, como sabemos, no sólo ganaría, sino que también conservaría su puerta a cero ante un adversario que presentaba un registro de 18 victorias y dos empates en sus 20 enfrentamientos directos anteriores. Bassett mantuvo su línea del torneo y volvió a ofrecer una actuación excepcional, más meritoria si cabe teniendo en cuenta la dura experiencia que acababa de vivir y lo pendientes que todos estaban de ella. El resultado fue que, tal y como había aventurado Sampson, fue recibida como una heroína al regresar a su país. Y mejor aún: ese recibimiento no partió de un público comprensivo con ella, sino de una nación verdaderamente motivada.

“Había tuits que decían: ‘Mi hija acaba de empezar los entrenamientos’. Yo recibí mensajes de algunas chicas que habían dejado el fútbol y se sentían inspiradas para retomarlo”, dijo Bassett. “Todas esas pequeñas historias significaron mucho para nosotras, porque nunca habíamos tenido ese tipo de influencia. Si ese torneo puso algo en marcha, quizás todo tenga una razón, y estaba escrito que fuese así. Kaz Carney me dijo: ‘Te ha pasado porque tienes la fuerza suficiente para afrontarlo’. No sé si es cierto, pero es un cumplido fantástico”.

“Todo el mundo me apoyó muchísimo, no lo olvidaré nunca. La única forma de poder corresponder a esa confianza era hacer un buen partido . Nos habría encantado jugar la final. Pero al llevarnos la medalla de bronce, demostrando que somos una nación a tener en cuenta, cambiamos incluso más opiniones acerca de la selección inglesa”.

Las discípulas de Sampson demostraron ser un conjunto formidable y admirable a la vez. Y Bassett también. Si su nombre pasa a la historia del Mundial Femenino y es recordado, lo será por la mejor de las razones.