lunes 02 noviembre 2020, 09:57

“Veinte céntimos por un beso”: El nacimiento de la selección kiwi en los 70'

  • La selección nacional femenina neozelandesa se estrenó en 1975

  • Su primera capitana, Barbara Cox, recuerda para FIFA.com ese difícil comienzo

  • El combinado nacional se vio obligado a recaudar dinero

Cuando empiece a rodar el balón en la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023™, en Australia y Nueva Zelanda, habrá transcurrido casi medio siglo desde la primera vez que una selección femenina neozelandesa pisó una cancha. Fue en 1975, en la edición inaugural del torneo que más tarde pasaría a ser la Copa Asiática Femenina de la AFC.

Si dijéramos que la naturaleza del fútbol femenino en Nueva Zelanda ha cambiado radicalmente desde aquella época, nos quedaríamos muy, pero que muy cortos.

La Confederación de Fútbol Femenina Asiática cursó entonces una invitación para que las tres federaciones femeninas activas del país —de Auckland, Wellington y Canterbury— constituyesen a toda prisa la Federación de Fútbol Femenino de Nueva Zelanda.

“Nuestro primer cometido fue recolectar fondos”, explica a FIFA.com la primera capitana neozelandesa, Barbara Cox.

“Uno [de los métodos] era entrar en los pubs diciendo ‘20 céntimos por un beso’, y otro recorrer la calle por completo, de arriba abajo, con un bote pidiéndole por favor a la gente que donase dinero. Seríamos unas cuatro, y así recaudamos algo de dinero”.

“Por aquel entonces no había muchas oportunidades de recaudar dinero, así que también nos dedicamos a lavar coches. El gobierno aportó algo, y tuvimos que pagar cien dólares cada una”.

“Lo primero que hice yo cuando llegamos a Hong Kong para disputar el torneo fue comprarme unas botas. Los fabricantes no contaban con que las mujeres fuesen a jugar al fútbol, si calzabas un 37 o menos había que usar botas infantiles. Así que tuvimos que jugar con botas nuevecitas todo el tiempo, algo que actualmente nunca se haría”.

Una prueba de que el fútbol estaba aún en pañales es que Cox apenas había empezado a jugar dos años antes de debutar con la selección.

Barreras culturales

Nueva Zelanda no tardó en carburar, y ganó sus cuatro partidos, de 60 minutos cada uno. Las Kiwis se adjudicaron aquel certamen de seis naciones tras imponerse a Tailandia en la final, después de hacer lo propio ante Australia en semifinales.

Al volver tuvimos una publicidad asombrosa, vinieron a recibirnos al aeropuerto la prensa escrita, la televisión y la radio”. El equipo obtuvo un reconocimiento a la altura de su gesta, aunque también se encontró con titulares paternalistas, como “Goleadoras hermosas” y “Hasta las chicas juegan ya al fútbol”.

Después del éxito cosechado en Hong Kong, en 1976 se celebró una competición nacional de una semana de duración, y pronto hubo una federación femenina en cada región. Aun así, periódicamente surgían dificultades.

Había problemas para acceder a los terrenos de juego, y a veces jugábamos en canchas de escuelas”, recuerda Cox. “Siempre íbamos ya vestidas para jugar, porque no sabíamos qué instalaciones tendríamos a nuestra disposición”.

“Otro problema es que muchos clubes no aceptaban a las jugadoras. Aún había muchos hombres a los que parecía que no les gustaba que invadiésemos su territorio, o que pensaban que podríamos hacernos daño. Y también, por supuesto, muchísimos comentarios del estilo de que no debíamos jugar ‘porque no es algo femenino”.

“Pero, al mismo tiempo, nos ayudaron muchísimos hombres. Fue algo inestimable, porque, como es lógico, ninguna mujer tenía experiencia entrenando. Era estupendo que hubiese hombres que sí deseaban ayudar, aunque otros no quisieran vernos ni en pintura”.

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Lazos familiares

El esposo de Barbara, Roy, que había jugado en las categorías juveniles, con el Brentford y el Queens Park Rangers, ayudó a formar el primer equipo femenino de su club de Mt Eden, en Auckland. Sus dos hijas, Michele y Tara, compitieron con Nueva Zelanda.

Por increíble que parezca, y en un caso que posiblemente fuese el primero del mundo, Barbara y Michele coincidieron vistiendo los colores de su país en 1987. Se complementaron actuando en el eje de la defensa, y disputaron juntas un par de encuentros con Nueva Zelanda.

“Michele era muy buena futbolista, tiene una técnica mucho mejor que la mía. La primera vez que jugamos juntas [en el fútbol de clubes], al principio se me escapó un ‘venga, cariño, pásame el balón”.

Y, cómo no, Cox está encantada con las oportunidades únicas que traerá la organización de un Mundial Femenino en su país.

El Mundial Femenino Sub-17 de 2008 celebrado en Nueva Zelanda cambió la mentalidad de la gente —sobre todo de los hombres— al mostrar que las chicas pueden jugar muy bien. Y creo que [en 2023] la gente quedará asombrada de ver lo alto que es el nivel”.

“Ahora el fútbol ya está bastante normalizado como deporte femenino. Hubo que esperar mucho tiempo, y creo que ahora el Mundial lo situará en una dimensión totalmente distinta. No me sorprendería que después de este Mundial se destinase mucho dinero al deporte femenino, tanto en Australia como en Nueva Zelanda”.

“Yo siempre he sostenido que las mujeres pueden jugar tan bien como los hombres, con la salvedad de la potencia y la velocidad. Soy socióloga deportiva y siempre he estado convencida de eso. Nosotras no tuvimos acceso a preparadores de primer nivel, ni a entrenamiento físico y psicológico de primera categoría. Ahora las mujeres se entrenan igual que los hombres y los resultados están a la vista”, concluye.