martes 26 julio 2016, 15:10

Brasil, el tricampeón que nunca fue

¿Qué tan difícil es, para un país, ganar tres veces consecutivas la Copa Mundial de la FIFA™? "Casi imposible". Ésa parece la respuesta más adecuada. E incluso aún más cuando se repasa la historia del equipo que estuvo más cerca de conseguirlo.

Por culpa de la Segunda Guerra Mundial, la Italia de Vittorio Pozzo no llegó defender sus conquistas de 1934 y 1938. Y aunque una generación renovada intentó ganar el tercer Mundial consecutivo en Brasil 1950, el equipo italiano no logró superar la primera fase.

La única otra ocasión en que una selección, hasta hoy, afrontó un Mundial tras haber ganado las dos ediciones anteriores, ocurrió hace 50 años, cuando Brasil llegó a Inglaterra como gran favorito luego de los triunfos en Suecia 1958 y Chile 1962. Quizás demasiado favorito...

"Allí, para mí, ocurrieron dos cosas: lo de intentar juntar dos generaciones en una, lo que es muy difícil, y, sobre todo, lo de tratar a la Seleção como si fuera un equipo de exhibición, que volvería a ganar el Mundial como si fuera la cosa más natural del mundo", explicó alguna vez a FIFA.com el lateral derecho Djalma Santos. "Yo no tendría que haber ido a Inglaterra. Tenía 37 años, había jugado ya tres Mundiales", confesaba sin tapujos. "Pero no se sabía qué se quería", agregó.

Sobraron jugadores Si se mira en retrospectiva, y se tiene en cuenta que Brasil volvería a ganar el Mundial cuatro años después (1970), había motivos de sobra para creer que 1966 era el momento ideal para el tricampeonato. Con 25 años, Pelé se encontraba, teóricamente, en su plenitud. Jóvenes como Tostão, entonces con 19 años, y Jarizinho, con 21, contaban con compañeros de experiencia y dos títulos mundiales en los hombros. Incluso aquello que el cronista Nelson Rodrigues definiera como complexo de vira-latas ("complejo de perro callejero"), el síndrome de inferioridad surgido en el Maracanazo de 1950, resultó muerto y sepultado con los títulos en Suecia y Chile.

Los ingredientes estaban ahí, aunque en la práctica, ese cóctel de experiencia, juventud y confianza aportó, finalmente, más daño que beneficio.

Todo empezó con el período de preparación, en Brasil. La Seleção se había transformado en un fenómeno demasiado grande y popular. Una situación que se quería exprimir al máximo posible. Tal es así, que Vicente Feola -el mismo entrenador que comandara el título mundial de 1958- llegó a convocar a más de 40 jugadores para separarlos en distintos grupos de entrenamiento. Como si se tratase de un trofeo en sí mismo, la enorme plantilla estuvo viajando de un lado a otro, por un total de cinco ciudades en Brasil, antes de partir rumbo a Europa.

La lista final de 22 nombres sólo se dio a conocer en Suecia, dos semanas antes del estreno mundialista. Incluía a gente como Djalma Santos, Gilmar, Zito, Bellini y Garrincha. Todos con más de 30 años. “Más allá de que no teníamos un equipo formado, los jugadores bicampeones mundiales, a excepción de Pelé, estaban en decadencia; y los jóvenes no estaban maduros, ni tranquilos”, escribiría Tostão en su libro "Recuerdos, opiniones, reflexiones sobre fútbol".

Faltó equipo El debut ante Bulgaria, el 12 de julio de 1966 en el Goodison Park de Liverpool, terminaría siendo el único aspecto positivo de aquel Mundial para Brasil. Positivo e histórico, ya que fue la última vez que Pelé y Garrincha jugaron juntos. Cada uno de ellos anotó un tanto, ambos en tiros libres, y, sin saberlo, pusieron el punto final a una dinastía. Con los dos juntos en la cancha, Brasil nunca perdió un partido: a lo largo de ocho años, fueron cuatro empates y, con aquel 2-0, 36 triunfos.

Pero incluso ese estreno victorioso pasaría factura. Cazado por los búlgaros, O Rei dejó el partido lesionado en la rodilla derecha y quedó fuera del segundo encuentro de la fase de grupos, ante Hungría. Ahí le sustituyó Tostão. Ante un equipo técnico y organizado como el de Florian Albert y Ferenc Bene, la falta de identidad de Brasil se hizo flagrante: los húngaros rubricaron un 3-1 que supo a poco, tal fue su dominio del juego.

Para hacer las cosas más difíciles, aquel Grupo 3 del Mundial le reservaba a Brasil otro rival de los más duros: Portugal. Para el encuentro a vida o muerte, Feola hizo nueve cambios en el equipo titular. Entre otros ajustes, salía Garrincha y regresaba Pelé, aún no totalmente recuperado, quien sufrió, otra vez, un partido duro y reñido.

En total, en una época en la que todavía no había cambios durante los encuentros, Brasil utilizó a 20 de sus 22 jugadores. Nunca llegó a ser un equipo, y aquel Portugal de Eusebio y Coluna, que terminaría como tercero en el podio mundialista, lo hizo muy evidente. Con otra derrota 1-3, los brasileños se despidieron de Liverpool, del Mundial y de lo que parecía ser una ocasión ideal para el tricampeonato.

"Ese Mundial de 1966 fue de lo más duro que haya vivido en el fútbol. Ya había perdido parte del Mundial de 1962 con una lesión, y en Inglaterra, de nuevo, no pude jugar como me hubiera gustado. Fue de lo más triste, aún más porque salimos eliminados. Yo dejé aquel Mundial determinado a no volver a la Seleção", contaría Pelé en entrevista a FIFA.com años después. "Solo decidí jugar en 1970 porque estaba en una gran fase con el Santos FC. Pero la cicatriz de 66 aún estaba ahí".