sábado 19 marzo 2016, 11:36

Cuando viajar a un Mundial era una epopeya

En los años treinta, para atravesar el Atlántico en un vuelo comercial se debía abordar un dirigible y el pasaje costaba una fortuna. Así las cosas, los participantes de la primera Copa Mundial de la FIFA™, la de Uruguay 1930, tuvieron que viajar en tren o en barco y solo cuatro selecciones europeas aceptaron el reto. En un hecho insólito pensado desde nuestros días, y que puedes revivir visitando el el Museo del Fútbol Mundial de la FIFA, tres de ellas se ahorraron un dinerillo viajando juntas.

La selección yugoslava se embarcó en Marsella en el SS Florida y zarpó por su cuenta. Estaba previsto que los egipcios la acompañaran, pero el mal tiempo demoró su llegada al puerto francés y los Faraones se perdieron este viaje histórico.

Por otra parte, los titulares de Bélgica, Francia y Rumanía compartieron los vaivenes del mar en el Conte Verde, un crucero construido en los astilleros escoceses, que levantó el ancla el 20 de junio en Génova solo con la escuadra rumana a bordo. Días después hizo escala en Villefranche-sur-Mer para recoger a los galos y luego en Barcelona, donde se unieron los belgas.

Para llegar a los muelles de embarque, los equipos recorrieron largos trayectos (los yugoslavos viajaron durante tres días), y el Conte Verde todavía anclaría en Lisboa, Madeira y en Canarias antes de tomar derrotero rumbo alta mar. Entre los pasajeros, había algunas personalidades del fútbol -tres árbitros mundialistas, el Presidente de la FIFA Jules Rimet- y un objeto preciado: el trofeo del Mundial.

Al cabo de más o menos una semana sosegada, el Conte Verde atracó en Río de Janeiro para recoger a los jugadores y funcionarios brasileños. Finalmente, el 4 de julio, después de haber pasado una quincena sobre las olas, llegaron a Montevideo. En la capital uruguaya les esperaban los yugoslavos, así como los estadounidenses y los mexicanos que habían viajado juntos. Los mexicanos tuvieron que soportar un viaje maratónico porque primero tomaron un rumbo equivocado: navegaron de Veracruz a la Habana y luego de ahí a Nueva York para reunirse con los norteamericanos y proseguir el viaje en el SS Munargo.

Aunque era prácticamente imposible entrenar en los navíos, a los europeos no les fue tan mal. Llegaron a Montevideo nueve días antes de que comenzara el torneo, y tres de ellos ganaron sus primeros partidos: Francia, Rumanía y Yugoslavia. Los yugoslavos alcanzaron las semifinales, pero para los otros tres, y también para México, el torneo duraría ocho días o menos. No obstante, desempeñaron dignamente sus papeles en una aventura fenomenal.

Una travesía y una tragedia En 1938, la selección de las Indias Orientales Neerlandesas —el primer país asiático en una fase final de la Copa— acometió un viaje aún más largo. El 27 de abril, sus jugadores abordaron el buque Balorean en el puerto de Tanjung Priok. Su itinerario a Francia preveía varias paradas, por ejemplo en Singapur y en Belawan (donde jugaron un partido de entrenamiento), antes de cruzar el Canal de Suez. El barco fondeó en Marsella y de allí abordaron primero el tren a París y más tarde otro que los llevaría a los Países Bajos. Llegaron a La Haya el 18 de mayo, tras un recorrido que duró 22 días.

Por conocer el idioma, los indios optaron por quedarse en los Países Bajos, de donde saldrían a disputar sus encuentros en Francia cuando fuese necesario. Tras su derrota por 6-0 frente a Hungría, la mayoría del grupo decidió volver a casa en el barco Christiaan Huygens, que salió de Génova, donde el Conte Verde se había hecho a la mar cuatro años antes. Ir y volver duró en total seis semanas.

Doce años más tarde, los campeones mundiales también surcarían el océano, aunque no tuvieran que hacerlo. Sin embargo, en la Tragedia de Superga, un accidente aéreo acaecido en 1949, sucumbió casi todo el equipo del club Torino, y algunos titulares de la selección nacional. De modo que, en 1950, Italia decidió acudir en barco a la fase final de la Copa del Mundo en Brasil, una travesía casi tan larga como la de 1930.

Fue perfectamente comprensible que deseasen navegar, pero esto tendría consecuencias impredecibles para la condición física de los azzurri. Uno de ellos, Egisto Pandolfini, decía que había subido tres kilos y que llevaban 50 balones que terminaron todos flotando en el mar. Su compañero Amedeo Amadei disintió («Tutto falso») y aclaró que no eran balones de fútbol, sino que se trataba de pesados balones medicinales para que los jugadores los lanzaran entre ellos. La selección interrumpió su viaje para disputar un amistoso en Las Palmas, encuentro en el que rindieron tan mal que el mejor jugador de campo resultó ser Lucidio Sentimenti, un portero.

Después de más de dos semanas en el navío Sises, Italia llegó a São Paulo, donde perdió ante la vigorosa Suecia. Ganaron luego su segunda contienda contra Paraguay (Pandolfini marcó en su debut internacional), pero, de todas maneras, ya había quedado eliminada. Han sido los únicos campeones reinantes que han dicho adiós tras disputar un solo encuentro.

Paradójico fue el hecho de que casi toda la selección retornara a Italia en avión. Con todo, su poderoso artillero Benito Lorenzi se sintió más seguro con otro viaje en barco. Tardó un mes en regresar, pero llegó a tiempo para los entrenamientos de pretemporada.

Bergkamp no es coreano A pesar de que con el tiempo los vuelos se popularizaron, no siempre eran el medio más rápido y confortable. En 1954, Corea del Sur emprendió su viaje solo seis días antes del inicio de la fase final en Suiza, y por poco no llega al torneo.

El 10 de junio, los jugadores y funcionarios viajaron varias horas en tren de Seúl a Busán, para luego abordar un barco que los llevaría a Japón. En Tokio, les esperaba un avión que, por algún motivo, no era suficientemente grande y, por ello, doce jugadores y el entrenador tuvieron que volar a Zúrich pasando por Calcuta —donde se produjo un retraso ya que fue necesario reparar las hélices— e Italia. Los otros nueve miembros volaron a Bangkok para abordar el vuelo hacia Europa el 13 de junio. El avión también era muy pequeño y se cuenta que dos jugadores no habrían viajado si una pareja inglesa no les hubiera cedido sus asientos.

En total, los coreanos volaron durante unas 65 horas. Llegaron a Suiza la víspera del partido inaugural. Exhaustos y apabullados, perdieron ante los favoritos del torneo, los poderosos húngaros, que se compadecieron ganando por 9-0. Corea del Sur perdió su segundo encuentro por 7-0 tres días después; tras un breve descanso después de largos vuelos.

A pesar de que se redujo el tiempo de vuelo gracias a la velocidad, los aviones no llegaban a ser el medio de transporte preferido. Por suerte para los Países Bajos, la fase final de 1998 se jugaba en el país vecino. Dennis Bergkamp, quien había dejado de volar unos años antes, viajó a Francia por tierra y, gracias a su maravilloso gol, su selección se impuso en el encuentro de cuartos de final contra Argentina. En 2002, la fase final se disputó en el Lejano Oriente y Bergkamp de ningún modo quiso emular —en dirección contraria— el viaje de los coreanos en 1954.

Y una línea más para mencionar a los infatigables viajeros neozelandeses, quienes, en 1982, tuvieron que volar por toda Asia para llegar a la sede mundialista. Comenzaron su viaje con un pequeño salto de 2160 km a Fiyi, disputaron una eliminatoria en Singapur y recorrieron más de 60 000 km durante los clasificatorios. Después de esto, el viaje a España para la fase final tal vez habría sido más cómodo en barco.

Para disfrutar de muchas más estas historias de la Copa Mundial de la FIFA™, visita en Zúrich el Museo del Fútbol Mundial de la FIFA.