jueves 21 abril 2016, 15:27

Eterno Telé Santana

“Entrenar a Brasil no es como dirigir a otros grandes equipos. Cuando afrontas un Mundial, aquí no tienes un objetivo, sino dos obligaciones: ganarlo y dar espectáculo”.

A principios de 1980, las palabras de Pelé resonaron por todo Brasil en un momento en el que la selección auriverde buscaba entrenador. El combinado brasileño acababa de cerrar una etapa de dos años y medio a las órdenes de Claudio Coutinho, un técnico que poseía el rango de capitán en el ejército brasileño y que nunca había jugado al fútbol como profesional. Aunque introdujo las modernas pruebas de evaluación física que había aprendido en Estados Unidos, donde incluso pasó una temporada formándose en la NASA, el innovador Coutinho no logró saciar la sed de espectáculo de los brasileños. La verdeamarela logró el tercer puesto en la Copa Mundial de la FIFA 1978™, pero lo hizo jugando un fútbol mecánico y sin romanticismo, el mismo que en 1979 le llevó a quedarse fuera de la Copa América tras perder con Bolivia y  Paraguay. Era el momento de sustituir a un pragmatista por un purista. Había llegado la hora de Telé Santana.

“En cuanto él llegó, las cosas cambiaron radicalmente”, recuerda el mítico Falcão. “Jugar en la selección pasó a ser mucho más divertido. Santana entendió que contábamos con jugadores inteligentes y decidió que jugásemos de una forma más intuitiva que sistemática. Animaba a los laterales a atacar y quería centrales que no sólo supiesen cómo parar a los rivales, sino también qué hacer con el balón en los pies. Nos dio libertad para intentar lo que se nos pasase por la cabeza y nos dejó claro que su intención era dar espectáculo”, explica el exfutbolista brasileño.

Durante los primeros 14 meses de Santana en el banquillo de Brasil, todo marchó como la seda: ganó los cuatro partidos que disputó en la competición preliminar de la Copa Mundial de la FIFA 1982™. A partir de febrero de 1981, la selección** encadenó una fantástica racha de diez triunfos consecutivos, incluidas las tres victorias que conquistó en un período de sólo siete días frente a Inglaterra en Londres, contra Francia en París y ante República Federal de Alemania en Stuttgart. En su último partido de preparación para España 1982, Brasil arrasó a la República de Irlanda por un incontestable 7-0.

Así, los pupilos de Telé Santana afrontaron la cita española avalados por sus 19 partidos consecutivos sin conocer la derrota y con el respaldo abrumador de sus conciudadanos, que esperaban que su selección no sólo fuse campeona mundial, sino que lo hiciese con más superioridad incluso que el legendario equipo de México 1970. Ni siquiera la baja de Antonio Careca, que se lesionó sólo cuatro días antes del inicio del certamen, hizo que las expectativas disminuyesen. Y es que, tras los tres primeros partidos del combinado, el resto del mundo se rindió también al fútbol espectacular de los brasileños.

El show más triste Fintas, paredes, caños, contraataques vertiginosos, taconazos con la inconfundible firma de Sócrates, golazos y más golazos... El equipo dirigido por Telé Santana hacía las delicias del público y desplegaba el que muchos expertos han descrito como el fútbol más hermoso de la historia de la Copa Mundial de la FIFA™. Una Argentina impotente ante semejante vendaval de juego se convirtió en la siguiente víctima de los brasileños, que derrotaron por 3-1 a sus clásicos rivales en el primer partido de la segunda fase.

“En todo el tiempo que llevo en el fútbol, primero como jugador y posteriormente como entrenador y comentarista, no he visto nunca un equipo, independientemente de la calidad de su fútbol, que no recibiese algún tipo de crítica. Y es que siempre hay algún comentario, por pequeño que sea. Sin embargo, en nuestro caso nadie dijo ni una palabra en contra del equipo, y eso fue porque jugábamos un fútbol extremadamente bello. No había ninguna objeción que ponernos”, añade Falcão.

Sin embargo, todo el mundo sabe cómo acabó aquella historia que tan bien había empezado. Brasil necesitaba un empate para meterse en la semifinal. El conjunto sudamericano desplegó un gran juego y marcó dos goles fantásticos, pero también desperdició oportunidades y cometió errores. Paolo Rossi supo aprovecharlos y anotó tres tantos que dieron la victoria a Italia por 3-2. Los máximos favoritos al título mundialista estaban fuera del certamen.

Telé Santana volvería a tomar las riendas de la selección brasileña unos meses antes de México 1986. De nuevo, Brasil desplegó un gran fútbol en la fase de grupos y no tuvo problemas para superar a Polonia por un contundente 4-0 en octavos de final. No obstante, en el cruce de cuartos, Zico falló una pena máxima durante el tiempo reglamentario y la selección brasileña acabó cayendo en la tanda de penales frente a la Francia de Platini.

El amor por un ganador Nacido en el estado brasileño de Minas Gerais, Telé Santana ganó muchos títulos como entrenador de distintos clubes. Con el Atlético Mineiro, uno de los equipos de su tierra, el técnico conquistó contra pronóstico la primera edición del Campeonato Brasileiro, celebrada en 1971. Además, Santana fue el artífice de que el Grêmio de Porto Alegre acabase con una extraordinaria racha de ocho títulos de campeón del estado de Río Grande do Sul por parte de su máximo rival, el Internacional de Porto Alegre. A los mandos del São Paulo, el preparador consiguió arrebatar dos Copas Intercontinentales consecutivas a los todopoderosos Barcelona y AC Milan. Sin embargo, Santana nunca logró un título con la selección brasileña.

“Uno de mis mayores pesares es no haber podido ganar nada con Telé”, se lamentó Zico tras el fallecimiento en Belo Horizonte del legendario entrenador, una triste fecha de la que se cumplen diez años este jueves. “Si alguien se merecía de verdad un título era él”, añadió.

Puede que Telé Santana no consiguiese alzar el ansiado trofeo de la Copa Mundial de la FIFA™, pero el mítico técnico se ganó el honor de pasar a ser considerado como el seleccionador más querido de la historia del combinado auriverde, lo que, en un país obsesionado con el espectáculo, quizás sea un logro todavía mayor si cabe.