jueves 01 marzo 2018, 15:03

La apuesta rumana que resultó contraproducente

  • Rumanía deslumbró en los Mundiales de 1990, 1994 y 1998

  • En Francia 1998 toda su plantilla se volvió rubia

  • Dijeron adiós en octavos

En la década de los 90, la selección de Rumanía no necesitaba mucha ayuda para llamar la atención. Con una generación dorada de jugadores encabezada por el talentosísimo Gheorge Hagi, los Tricolorii se ganaron una legión de nuevos admiradores durante las tres Copas Mundiales de la FIFA celebradas esa década.

Los rumanos accedieron a la segunda fase en esas tres ediciones. En Italia 1990, quedaron por delante de Argentina en su grupo, antes de derrotar a la propia Albiceleste para pasar a cuartos de final en 1994.

Cuatro años más tarde, Hagi y compañía volvieron a brillar clasificándose para los octavos de final a falta de un partido, tras dos victorias seguidas sobre Colombia e Inglaterra. Sin embargo, al pensar en la aventura de Rumanía en Francia 1998, lo que te viene enseguida a la mente no son esos buenos resultados.

En vez de eso, los aficionados de todo el mundo se acordarán de imágenes como ésta, cuando todo el equipo –salvo el calvo guardameta Bogdan Stelea– se tiñó el pelo de rubio.

“Antes del campeonato, habíamos hecho una apuesta: llevar a cabo una locura si salíamos airosos del grupo”, recordaba Stelea más tarde. “Así fue como todos nos volvimos rubios; ¡excepto yo, que ya no tenía mucho pelo!”.

De hecho, había otra persona sin pelo en la fiesta rumana: el seleccionador Anghel Iordanescu. Pero aunque había prometido unirse a los jugadores rapándose la cabeza como muestra de camaradería, en realidad se quedó a medio camino, y acabó luciendo una gorra de béisbol para cubrir su pelo rapado.

“¡Nos engañó! No respetó su apuesta”, reflexionaba Stelea en una entrevista concedida a eusunt12.ro.

Es más, si bien esa acción colectiva tenía como finalidad cimentar el espíritu de equipo, en lugar de eso, acabó desatando la incertidumbre en las filas rumanas. Aunque su primer encuentro posterior a la decoloración se solventó con bastante comodidad, con un 1-1 ante Túnez que aseguraba el primer puesto del grupo, las dudas ya empezaron a aflorar.

“Al principio fue divertido”, explicó Stelea. “Luego, nosotros –o, mejor dicho, ellos– enseguida se dieron cuenta de que habían hecho una estupidez. Sus mujeres no les respaldaron, y algunos ni siquiera eran rubios; acabaron con colores intermedios. Algo difícil de describir; extraño, ¡feo!”.

Antes de enfrentarse a Croacia en octavos de final, Iordanescu –un hombre supersticioso y religioso– llegó a rogar a su plantilla que revirtiese el cambio de color, e insinuó que el resultado del encuentro podía depender de ello. Pero los jugadores no hicieron caso a sus súplicas, señalando que el partido estaba a la vuelta de la esquina, y que no tenían tiempo para hacer más experimentos con su pelo.

El resto, por supuesto, es historia, con el triunfo de Croacia bajo un calor abrasador en Burdeos, gracias a una pena máxima convertida por Davor Suker. Ése iba a ser el último partido mundialista de Rumanía hasta la fecha, dejando el recuerdo de su equipo de rubios como extraño cierre a la década más brillante de su historia.