domingo 31 mayo 2020, 05:59

Lovchev y un partido inolvidable en el Azteca

  • Evgeny Lovchev revela sus nervios al inicio México 1970

  • Admite que su seleccionador hizo un truco para protegerlo del calor

  • Lovchev se emociona con Pelé y Brasil

El legendario Estadio Azteca de Ciudad de México ha albergado grandes momentos e historias increíbles. Uno de los momentos cumbre de su existencia fue, sin duda, la Copa Mundial de la FIFA México 1970™ y su partido inaugural entre el país anfitrión y la antigua URSS; un encuentro que jugó Evgeni Lovchev, famoso ex defensa del Spartak de Moscú y mejor futbolista soviético de 1972.

Lovchev, actualmente un prominente analista de fútbol para la prensa deportiva rusa, volvió a visitar el famoso estadio, lleno de recuerdos magníficos de México 1970.

“Antes del Estadio Azteca ya había jugado ante 100.000 espectadores”, puntualiza Lovchev a FIFA.com. “En el estadio Luzhniki, mi club de formación, el Spartak de Moscú, atraía a públicos así de numerosos para los encuentros contra Dinamo de Kiev, Dinamo de Tiflis, Dinamo de Moscú y Torpedo de Moscú. Estábamos acostumbrados a esa cantidad de aficionados, pero aun así, en México era un caso muy diferente. Por supuesto, todo el mundo estaba temblando por dentro, pese a que teníamos un equipo bastante experimentado. ¡Esa clase de experiencias sólo se viven una vez en la vida!”.

La preparación de la Unión Soviética para el campeonato comenzó un año y medio antes. El equipo se adaptó a las condiciones mexicanas disputando amistosos contra la propia México, El Salvador y Bulgaria, en los que se aclimató a jugar en altitud.

“Soñaba con ganar el Mundial, claro”, recuerda Lovchev con una sonrisa. “Pero según se iba acercando el partido inaugural, caímos en la cuenta de que por fin habíamos alcanzado aquello para lo que llevábamos trabajando tantísimo tiempo. Nos sentíamos nerviosos e inquietos, y parecía un sueño. Sabíamos que era el primer partido y que habría más de 100.000 aficionados en las gradas. Además, jugábamos contra el país anfitrión con un calor tan atroz…”.

El partido inaugural empezó a las 12:00 del mediodía (hora local) para que la gente en Europa pudiese ver el encuentro, ya que era el primer Mundial que se retransmitía en directo en continentes distintos. Por consiguiente, el choque se disputó bajo un intenso calor. Según recuerda Lovchev, la temperatura llegó a alcanzar los 40°C a la sombra.

“Se suponía que debíamos salir al campo antes del encuentro para las presentaciones de los equipos”, nos cuenta, “y estar allí de pie a pleno sol durante toda la ceremonia [de apertura], escuchando los discursos y viendo todas las danzas. Pero en vez de eso, nuestro seleccionador, Gavril Kachalin, optó por mandar fuera a los suplentes, con nuestro capitán Shesternyov como refuerzo. ¡Salimos del fresquito del vestuario justo antes del saque inicial!”.

Las tarjetas amarillas entran en acción

El Mundial de 1970 fue el del estreno de las tarjetas amarillas. Y Lovchev, que fue uno de los primeros jugadores en la historia de los Mundiales en ser amonestado con una amarilla, recuerda bien ese momento.

“Nuestro encuentro contra México fue limpio y nivelado. La selección contraria se fue al ataque, y su pequeño delantero que jugaba por la derecha recortó hacia el centro y buscó el disparo. Yo iba corriendo tras él y tuve que impedirle que avanzase más. Llegué por detrás del jugador mexicano y apenas le golpeé ligeramente en el talón. Me acordaré de ese árbitro, el alemán occidental Kurt Tschenscher, el resto de mi vida: ¡ésa fue prácticamente la única tarjeta amarilla que vi en toda mi carrera!”, asegura.

El encuentro acabó en 0-0 y, tras los tres partidos de la primera fase, la URSS y México estaban empatadas a puntos al frente del grupo, por lo que sus rivales en cuartos de final hubieron de decidirse lanzando una moneda al aire. Quien quedase primera tras ello, permanecería en Ciudad de México para medirse a Uruguay, mientras que la otra selección tendría que viajar a Toluca, donde le esperaba Italia.

“Tuvimos un día de descanso y salimos de la ciudad para hacer una barbacoa. Valery Porkuyan estaba considerado el ‘suertudo’ del grupo, por lo que fue designado para el cara o cruz”, explica Lovchev. “Estábamos sentados en el campo cuando vimos pararse el coche en la carretera, algo por delante de nosotros, y Valery bajó de un salto, saludándonos alegremente. Nos pusimos contentísimos, porque sabíamos que eso significaba que íbamos a jugar contra Uruguay en Ciudad de México”.

Sin embargo, la selección soviética concluyó su andadura mundialista de 1970 en ese choque de cuartos, tras caer en la prórroga ante Uruguay. “Acabamos recibiendo sólo nuestra asignación diaria en México, pues solamente habríamos obtenido primas si hubiésemos igualado la plaza de semifinalista del anterior Mundial en Inglaterra”, recuerda Lovchev.

Siempre en la memoria

En todo caso, Lovchev conserva gratos recuerdos de México 1970: “Me acuerdo especialmente del rendimiento de Pelé… ¿qué me dices de sus proezas? ¿Recuerdas cuando disparó desde el círculo central contra Checoslovaquia y el arquero, Ivo Viktor, tuvo que retroceder a toda prisa hacia su portería? En realidad no acabó entrando, pero llevo toda mi vida acordándome de ese disparo. Y lo mismo pasa con la increíble actuación de Brasil en la final contra Italia”.

“Entonces era joven”, continúa, “y no podía fijarme en las cosas con la perspectiva que tengo hoy. Teníamos tres técnicos de primer nivel que nos ayudaban a calmarnos. Givi Chokheli, Nikita Simonyan y Viktor Maslov se desplazaban por ahí y analizaban a nuestros rivales, antes de regresar a nuestro pequeño hotel y contarnos todo lo que sabían. El entorno no resultaba agobiante; nos preparábamos para los partidos y para enfrentarnos a nuestros rivales como si estuviésemos en casa. A veces, incluso, Kachalin trazaba los esquemas en el terreno de juego”.