martes 23 febrero 2021, 01:17

Martínez: "Mi padre sigue preguntándome por mis decisiones como entrenador"

  • FIFA.com entrevista a Roberto Martínez

  • Bélgica lleva tres años encabezando la Clasificación Mundial

  • Martínez habla de la mentalidad, lo mejor del Mundial y su futuro

“No me digas lo que está mal, dime cómo vas a arreglarlo”.

Roberto Martínez es ahora consciente de hasta qué punto han influido en su vida y en su carrera estas palabras y el hombre que se las dijo. Ese tipo de retos, consistentes en resolver un problema detectado dentro del terreno de juego, eran los que le planteaba su padre, también futbolista, entrenador y apasionado por el deporte rey. Y se los repetía una y otra vez, desde que tenía apenas nueve años.

Martínez recuerda, de niño, contestarle con nuevos sistemas tácticos, retoques en la disposición de los jugadores y las demarcaciones que ocupaban, “lo que fuese para impresionarlo”. Y su progenitor, el mentor más exigente que pudiera tener, sigue sometiéndolo todavía hoy a esas charlas, o más bien interrogatorios, aun siendo él a sus 47 años el entrenador y director técnico del primer equipo de la Clasificación Mundial.

Y no es algo que moleste en absoluto al seleccionador de Bélgica, quien agradece la oportunidad de hablar de fútbol con el hombre que hizo que lo contemplase “no como un deporte, sino como una forma de vida”. Por supuesto, ahora ayuda el hecho de que pueda aportar a esas animadas charlas entre padre e hijo numerosas pruebas que respaldan sus credenciales como técnico de élite y, también, experto solucionador de problemas.

Entre las más recientes, dar a Bélgica su mejor clasificación histórica en una Copa Mundial de la FIFA™ y, durante los tres últimos años, mantenerla firmemente anclada en la primera posición de la Clasificación Mundial FIFA Coca-Cola. Lo único que le falta por conseguir con los _Diablos Rojos_es un título. En esta entrevista, el hombre que dirige a su “generación dorada” cuenta a FIFA.com lo mucho que está disfrutando con este reto.


Welcome ceremony for the Belgian Red Devils on the Grand Place of Brussels Belgium

Roberto, lleva ya cinco años al frente de la selección belga. ¿Sigue siendo un reto nuevo y exigente?

Sí. La novedad sigue ahí, en parte debido a la propia naturaleza del fútbol de selecciones. El trabajo de seleccionador es totalmente distinto al de entrenador de un club, y cuanto más tiempo paso haciéndolo más descubro que es un flujo constante de oportunidades, en lo que respecta a incorporar a la siguiente hornada de jugadores. Claro que cabe la posibilidad de sentarse a esperar, ver quiénes lo están haciendo bien con sus clubes y convocarlos a la selección. Pero ya desde el principio me di cuenta de que, al ser Bélgica una nación de solo once millones de habitantes, no podíamos permitirnos optar por ese enfoque. Y a mí me gusta mucho tratar a la selección casi como si fuese un club y crear una especie de sistema de “fichajes”, establecer ciertos proyectos en las categorías sub-19 y sub-21 y darles una trayectoria clara para alcanzar la selección absoluta. Y, por supuesto, está la satisfacción más evidente de trabajar con la mejor generación que haya dado nunca el fútbol belga: cuando llegan los partidos sin duda eso permite disfrutar muchísimo.

Hace poco le oí hablar de cómo su padre lo llevaba a los partidos de muy pequeño, y le pedía que pensase de manera analítica. ¿Cree que se siente más orgulloso de que haya llegado a ser entrenador que cuando se convirtió en futbolista profesional?

Pues es muy posible. Mi padre jugó hasta los 43 años, era una verdadera fuerza de la naturaleza, y como futbolistas siempre competíamos entre nosotros. Ahora que soy entrenador, me da más consejos... ¡y me cuestiona mucho todo! (risas) Me está preguntando seguido que por qué hago esto así cuando podría hacerlo de esta otra manera. Pero siempre estaré agradecido, porque me proporcionó esa forma especial de examinar el fútbol. Todos podemos ver un partido y pensar, por ejemplo, “a este equipo le cuesta quebrar al rival”. Pero él me dice: “A mí no me cuentes eso, dime lo que pueden hacer para resolver el problema”. Y creo que la clave de entrenar es esa, porque en el fútbol no existen respuestas correctas o incorrectas: lo que queremos todos es mandar el balón al fondo de la red, y cómo se consiga va a depender de las experiencias que uno tenga y de cómo entienda este deporte. Desde muy pequeño, mi padre me hizo pensar en eso. ¡Y sigue haciéndolo! Ahí seguimos, y yo valoro mucho nuestras charlas. ¡Aunque menos mal que no se graban! (risas)

¿Así que discute con usted y lo critica?

¡Pues claro! Lo hace con mucho cariño. Pero no entiende cómo va avanzando el fútbol en ciertos aspectos. No hay que preguntarle sobre el marcaje en zona en las jugadas a balón parado, ¡eso seguro! (risas)

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Siendo futbolista, usted nunca jugó un Mundial ni llegó a ser internacional. ¿Eso influyó en parte para que aceptase ser seleccionador de Bélgica? Y si es así, ¿la experiencia ha estado a la altura de las expectativas que tenía?

Muy buena pregunta, creo que sí influyó. Cuando uno recuerda su infancia, cómo descubrió el fútbol, jugar por la calle, los primeros momentos que vienen a la cabeza son los de los Mundiales. Los recuerdos que yo tengo son esos, sin duda, jugar por la calle en 1978, haciendo como que era Mario Kempes. Participar en un Mundial era el gran sueño. Yo siempre lo he tenido, y hasta siendo entrenador en la Premier League quería formar parte del Mundial, seguirlo in situ. Por eso empecé a trabajar con una cadena estadounidense y pasé 60 días en el Mundial de Sudáfrica 2010, viendo cómo se preparaban las distintas selecciones y todo lo que rodeaba al torneo. Me resultó fascinante. Y sí, creo que fue un motivo importante para que me entusiasmase tanto aceptar el reto de Bélgica. También es lo mejor que pude haber hecho, por cómo me ha obligado a entregarme y me ha puesto a prueba como entrenador. Y el Mundial de Rusia fue todo lo que yo esperaba, eso seguro. De hecho, superó mis expectativas. Fue uno de los mejores Mundiales en cuanto a organización, obviamente, y conseguimos jugar siete partidos en él, que era nuestro objetivo en todo momento. Y también creo que cualquier Mundial es más especial todavía cuando se juega contra Brasil, en nuestro caso tuvimos la suerte de conseguir una gran victoria. Fue una experiencia asombrosa.

Participaron en dos de los partidos más memorables de Rusia: ese contra Brasil que ha mencionado y el de la remontada contra Japón, en el que acabaron ganando 3-2. ¿De cuál de esas dos victorias se sintió más orgulloso?

De las dos. Me resulta imposible separar una de la otra. Cuando empezamos ese Mundial, éramos perfectamente conscientes de que teníamos la calidad necesaria para competir. Pero muchas veces existe ese falso concepto del campeón, y la sensación de que si nos fijamos en una selección campeona del mundo, la española en Sudáfrica, por ejemplo, arroyó a sus rivales y se paseó hasta llegar a alzar el trofeo. Si lo examinamos detenidamente, eso nunca es así, y lo que vemos es que la calidad por sí sola no gana trofeos, los trofeos se ganan por cómo se afrontan las adversidades, como hacen esos equipos de éxito. Era una pregunta que nos hacíamos, cómo íbamos a reaccionar cuando nos viésemos ante una adversidad. Y en ese partido de Japón, un 2-0 en contra a solo 20 minutos del final, encontramos la respuesta. Fue la primera vez en la historia del Mundial que marcaban dos jugadores que habían empezado como suplentes, y la primera desde 1966 que un equipo remontaba una desventaja de dos goles y ganaba un partido en 90 minutos. Su relevancia fue esa, y es un motivo de orgullo. El partido de Brasil resultó gratificante en otro sentido, porque durante 60 minutos desplegamos nuestro juego táctico más vistoso. Y cuando uno juega contra Brasil, no se enfrenta solo a un grupo extraordinario de jugadores, se enfrenta a la historia. Al llegar al estadio, está inundado de amarillo, y todo recuerda que es una selección que ha ganado cinco Mundiales.

A todas luces ese tipo de historias son algo que Bélgica, como muchas otras naciones futbolísticas, sencillamente no tiene. ¿Fue difícil lograr que su equipo, por mucha calidad individual que tuviesen los jugadores, empezase a verse a sí mismo como el igual de Brasil, Alemania y otros países de gran tradición de trofeos?

Por supuesto, y creo que también estaba el elemento de afrontar las expectativas que generaba oír que eran esta “generación dorada” y que de repente debían coronar esas cumbres. Los jugadores sabían que encarnaban las esperanzas y las expectativas de millones de personas, y eso no resulta fácil. Llevar la etiqueta de “generación dorada” podría haber sido muy difícil para estos jugadores, ya lo hemos visto en otros países, pero ofrecieron un magnífico ejemplo de cómo se debe afrontar esa presión, sin dejar de seguir expresándose y disfrutando de su fútbol.

Ha hablado de la etiqueta de “generación dorada”. ¿Qué tal la llevan? Y, al estar ahora tantos integrantes de esa generación presumiblemente en sus mejores años, ¿existe la impresión de que hay una ventana de oportunidad en la próxima Eurocopa y el próximo Mundial, que nadie quiere dejar pasar sin ganar un trofeo?

Antes del Mundial a mí me parecía una etiqueta muy injusta, porque en mi opinión una generación dorada llega a serlo a través de sus logros, no por la percepción que tengan otros de la posición que ocupa. Me preocupaba que nos trajese una presión adicional e innecesaria. Ahora ya no me preocupa, porque después de lo que ocurrió en Rusia, por cómo jugó el equipo y por llevarse la medalla de bronce, ya es la generación dorada de Bélgica. Ya no considero que esta etiqueta implique ninguna presión para estos jugadores. No significa que vayamos a ganar la Eurocopa ni el próximo Mundial, en los torneos de selecciones hay muchísimos pequeños detalles que influyen en quién gana y quién pierde. Pero significa que vamos a ser lo mejor que podemos ser, sin que nos lastre el peso de las expectativas, y vamos a ir listos para competir juntos, los jugadores, el cuerpo técnico y los hinchas.

La regularidad y la constancia y firmeza de su equipo se reflejan en el hecho de que llevantres años terminando en el primer lugar de la Clasificación de la FIFA. No es un trofeo, claro, pero ¿aun así representa un orgullo?

Sin duda alguna. Es cierto que no es un trofeo, ni tampoco algo que vayamos pregonando o de lo que presumamos. Pero es la única forma de medir la regularidad, el compromiso y la amplitud de nuestras bazas contra las demás naciones futbolísticas del mundo. Lo que hemos hecho no es fácil, y lo más satisfactorio es el control de nuestro propio nivel demostrado durante estos tres años. También es la primera vez que se logra en el fútbol belga, nunca habíamos tenido un período como este siendo el número uno del mundo, y demuestra no solo la regularidad que han tenido estos jugadores, sino también que son unos grandes embajadores de su país.

Usted insiste mucho en construir una “cultura” de equipo, aunque a otros técnicos les ha resultado difícil hacerlo con Bélgica, por las distintas comunidades, idiomas y demás que existen en el país. ¿Ser un entrenador extranjero le ha ayudado a ese respecto?

Por supuesto, yo diría que ese reto era un factor muy importante para aceptar el cargo. Ya había entrenado a Romelu Lukaku, Marouane Fellaini y Kevin Mirallas en el Everton y me intrigaba, ver que unos jugadores y personalidades tan diferentes —todos tan distintos— eran de la misma selección nacional. Y uno se da cuenta: Bélgica es eso. Este es un país que rebosa diversidad, distintas cualidades y atributos, y si somos capaces de conseguir que todos se centren en un mismo objetivo, esa diversidad y variedad pasa a ser una enorme fortaleza. El vestuario que tenemos me recuerda mucho al que se encontraría en la Premier League, con las distintas culturas y mentalidades, además de los tres idiomas oficiales, y eso es fascinante. Si no se presta atención a las sensibilidades que implica, es muy fácil que las cosas se desmonten y se pierda ese objetivo compartido. Pero es cierto que ser extranjero me ha ayudado mucho, qué duda cabe, aunque al principio no pareciese así, porque en cuanto empecé a tomar grandes decisiones estuvo claro que la única razón a la que obedecían era crear un mejor equipo. Yo no tengo apego a ninguna de las comunidades individuales, y que me vean como alguien neutral para mí está siendo un elemento fundamental en este trabajo.

Dicho esto, lo que ha hecho que este equipo tenga tanto éxito y que sea tan apasionante verlo es la actitud de cada jugador individual, al unirse para conseguir un objetivo. A estos jugadores no les ha sido fácil nada. Casi todos tuvieron que marcharse de Bélgica siendo muy jóvenes, y en todos los sitios a los que fueron tuvieron que pelear, desarrollarse y adaptarse. Y creo que por eso ninguno asume que tiene asegurado el puesto en la selección. Para ellos es casi como una celebración de todo ese esfuerzo, de todo ese trabajo duro, de haber superado las dificultades y la tristeza de haber tenido que dejar a sus familias. Es muy bonito verlo. Son muy habituales las historias de jugadores consentidos, a los que todo les llega demasiado pronto y con demasiada facilidad, con jugadores así es muy complicado conseguir que aprecien el momento, que sean constantes y que tengan valores sólidos. Los jugadores de la selección belga, por las dificultades que han tenido, marcharse de casa, adaptarse a nuevos países y a nuevos idiomas, saben apreciar cada momento y la importancia que tiene representar a su selección nacional.

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Por último, ha ampliado su contrato hasta que termine Catar 2022. Cuando llegue ese momento, salgan como salgan las cosas en Catar, ¿querrá probar algo nuevo? ¿O existe la posibilidad de renovar para quedarse más tiempo?

La respuesta probablemente esté en lo que ya ha ocurrido. En un principio, vine a Bélgica por dos años: para preparar el Mundial, competir en Rusia y luego volver al fútbol de clubes. La idea era esa. Pero han pasado más de cuatro años y aquí estoy, sigo disfrutando de mi trabajo y me entusiasma la próxima concentración de la selección. Por eso no puedo contestar esa pregunta ahora mismo, ni siquiera decir por dónde podrían ir los tiros, porque la verdad es que no lo sé. Lo único que quiero hacer es aprovechar el presente al máximo y seguir haciéndolo todos los días durante todo el tiempo que continúe aquí.

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