lunes 27 marzo 2017, 20:17

Salenko, el apellido del gol

A Oleg Salenko no le hace demasiada gracia que toda su carrera se reduzca al partido Rusia-Camerún de la fase de grupos de la Copa Mundial de la FIFA EE UU 1994™, en el que marcó cinco goles y saltó de inmediato a la fama internacional. Pese a todo, sigue tomándose con filosofía aquella gesta sin precedentes, y acepta que ya forma parte de la historia del fútbol, de la selección rusa y de la suya propia.

El jugador

Salenko tiene todo el derecho del mundo a rebatir a cualquiera que diga que el encuentro disputado en Palo Alto fue el único momento destacado de su carrera. En 1986, teniendo apenas 16 años, debutó con el club de su ciudad, el Zenit de Leningrado, y marcó el gol de la victoria por 4-3 de los suyos sobre el Dinamo de Moscú en un partido que había comenzado como suplente, ganándose de inmediato el cariño de los hinchas. Tres años más tarde, su fichaje por el Dinamo de Kiev acaparó titulares, al tratarse del primer traspaso de la Unión Soviética en el que dos clubes intercambiaban oficialmente dinero.

Este exdelantero es ruso-ucraniano, por lo que Kiev fue como un segundo hogar para él. Y regresaría a vivir a la capital de Ucrania después de recorrer el continente durante diez años, con momentos buenos y no tan buenos en clubes de España, Escocia, Turquía y Polonia.

Salenko ya había dejado un anticipo de su mortífero acierto ante la meta contraria en Estados Unidos cinco años antes, en la Copa Mundial Sub-20 de la FIFA celebrada en Arabia Saudí, al ver puerta cinco veces en cuatro encuentros, lo que le valió la primera Bota de Oro de su carrera.

También llegó a EE UU 1994 en un gran estado de forma, tras firmar 17 dianas en una increíble campaña con el Logroñés español. Sin embargo, y a pesar de los problemas que tenía dentro de la cancha el conjunto ruso por aquel entonces, la competencia por la titularidad era intensa, y Salenko tuvo que conformarse con jugar unos minutos al final del primer compromiso, frente a Brasil.

Es bastante sorprendente constatar que Oleg Salenko vistió por última vez la camiseta rusa en aquella histórica actuación contra Camerún. Después del torneo, el nuevo seleccionador optó por renovar el plantel, y las lesiones que sufrió posteriormente le impedirían figurar de nuevo en el combinado nacional.

El récord

Rusia registró sendas derrotas en sus dos primeras citas, a manos de Brasil y de Suecia (2-0 y 3-1), y su situación en vísperas del duelo ante Camerún era precaria, aunque no totalmente desesperada. El formato del torneo hacía que el tercer clasificado de la liguilla conservase posibilidades de acceder a la siguiente ronda. Y Salenko, que ya había causado sensación contra Suecia, hizo lo necesario para que su equipo tuviese opciones.

En el minuto 16, el ariete abrió el marcador con gran sangre fría, al colar un potente disparo entre las piernas de Jacques Songo’o, que jugaba ese día en lugar del legendario arquero de los Leones Indomables Joseph-Antoine Bell. Luego, en el 41, puso el segundo de la tarde al empujar el balón a puerta vacía desde la entrada del área, sorprendiendo desprevenidos a los cameruneses. Un minuto antes del descanso, el 9 ruso logró una tripleta al transformar un penal, por falta cometida sobre Ilya Tsymbalar.

El partido también tuvo la distinción poco habitual de deparar un segundo récord mundialista, además de los goles de Salenko: al principio de la segunda parte, Roger Milla, de 42 años y suplente de inicio, consiguió recortar distancias, convirtiéndose así en el autor de un gol de mayor edad de la historia del torneo. Es posible que en otras circunstancias ese tanto obligase a Rusia a defender su ventaja, pero todo apuntaba a que la diferencia de goles sería un factor importante a la hora de decidir cuál de los terceros clasificados pasaba a octavos de final, de modo que la única opción de los eslavos era seguir atacando.

Transcurridos diecisiete minutos de la segunda parte, Salenko materializó el cuarto de su cuenta particular al aprovechar un pase en diagonal hacia atrás de Omari Tetradze, igualando así a leyendas del fútbol como Leônidas, Sándor Kocsis, Just Fontaine o Eusébio. Y no le hicieron falta más que otros tres minutos para superar a todos ellos, al lanzarse como un rayo hacia un pase entre líneas de Dmitri Khlestov y batir a Songo’o mediante un tiro bombeado, que supuso el 5-1. En la pantalla gigante del estadio, sin que Salenko se molestase en mirar, parpadeó la frase: “Récord de la Copa Mundial”. Y puso la guinda efectuando también una asistencia, al habilitar a su compañero de ataque Dmitri Radchenko, con quien había dado sus primeros pasos en Leningrado, para que marcase el sexto.

Por desgracia para Rusia, todavía quedaban varios partidos de la fase de grupos por jugar, cuyos protagonistas sabían qué resultados necesitaban para pasar de fase, y los lograron. La Sbornaya tuvo que hacer pues las maletas, pero esos seis goles en EE UU 1994 fueron suficientes para que Salenko compartiese la Bota de Oro del certamen con el legendario artillero búlgaro Hristo Stoichkov.

Así lo recuerdan los protagonistas

“Nos habíamos propuesto llegar más lejos”, explica Salenko en una entrevista con FIFA.com, “sobre todo porque era posible pasar siendo terceros, pero no nos acompañó la suerte. En el grupo había dos selecciones muy potentes, Brasil y Suecia, que acabarían siendo campeona y tercera”.

“Camerún había tenido sus propios problemas antes del torneo, pero cualquier discrepancia que hubiese en el plantel desapareció antes del partido contra nosotros, en el que sólo le valía la victoria. Era prácticamente el mismo equipo que tanta sensación había causado en el Mundial de 1990, aunque cuatro años más viejo. ¡Roger Milla ya tenía 42!”, recuerda.

“Yo era compañero de habitación de Dmitri Radchenko y los dos terminamos marcando contra Camerún. La noche anterior al partido, soñé que iba a marcar muchos goles, a veces se tienen premoniciones así. ¡Pero no pensaba que fuese a conseguir cinco! La psicología es muy importante en el fútbol, saber cómo debe prepararse uno para jugar. No teníamos nada que perder y estábamos obligados a ganar por el mayor margen posible. Fue lo que hicimos”, insiste.

“El primer gol resultó especialmente importante, sin duda. Después, empezamos a jugar para divertirnos, y nos salieron bien muchas cosas. Antes del quinto, cuando me estaba acercando a la portería de Songo’o, ya sabía que iba a picar el balón y marcar”.

“Durante el partido no pensaba en el récord. Dijeron algo por la megafonía, pero al estar concentrado en el juego no lo oí muy bien, y también era en inglés”, aclara.

“Tras el pitido final, coincidió que Radchenko y yo tuvimos que someternos a una prueba antidopaje. El partido se jugó por la tarde, con una temperatura de 40°. Estábamos increíblemente deshidratados, y tuvimos que esperar hora y media para poder dar una muestra. Todos los medios hablaban del récord, pero a nosotros no nos llegó esa información. No me di cuenta de verdad de que tenía un récord de la Copa Mundial de la FIFA hasta después de terminar mi carrera”, confiesa.

“Hace cinco años, alguien me hizo una oferta para vender el trofeo de la Bota de Oro a los Emiratos Árabes Unidos, donde tenían previsto organizar un gran torneo y abrir un museo de logros deportivos. Al final el torneo no se jugó y el proyecto quedó en nada, pero a mí me alegró. Cuando me lo pidieron, lo dejé expuesto en el restaurante del Estadio Olímpico de Kiev, para que la gente pueda ir a verlo y sacar fotos, y generar interés. Me gustaría que el trofeo trajese algo de atención durante el Mundial de 2018 en Rusia, porque es un reconocimiento a toda la selección nacional rusa, no sólo a mí”.