martes 07 julio 2020, 02:28

Schillaci, estrella fugaz en el cielo azzurro

  • Salvatore Schillaci fue el mejor jugador y el máximo goleador de Italia 1990

  • Ese Mundial supuso el momento de gloria del delantero

  • “Mi carrera, en cierto modo, duró tres semanas”, confiesa

“Mi carrera, en cierto modo, duró tres semanas”. Es la confesión de un jugador cuyo nombre, sin embargo, figura en las mismas listas que Diego Armando Maradona, Zinédine Zidane, Romario o Lionel Messi, por un lado; y que Eusebio, Gerd Müller, Gary Lineker o Ronaldo, por el otro.

Ciertamente, Salvatore Schillaci exagera un tanto sobre la brevedad de su trayectoria al máximo nivel, pero hay que reconocer que, antes de esas tres famosas semanas, poca gente conocía su nombre. Y que después, tampoco se volvió a oírlo mucho…

Pero Totò supo elegir su momento, ya que su apogeo se corresponde con la Copa Mundial de la FIFA Italia 1990™, donde se hizo con el Balón de Oro adidas y la Bota de Oro adidas (que recompensan al mejor jugador y al máximo goleador del campeonato, respectivamente), además de con una medalla de bronce.

Por sí sola, su participación en el Mondiale ya constituía una bonita historia. No en vano, apenas un año antes del comienzo de Italia’90, el delantero todavía militaba en la Serie B italiana. Hasta entonces, Schillaci solamente había conocido los terrenos de juego improvisados de su barrio de Palermo, el conjunto aficionado del AMAT Palermo, y el FC Messina, primero en tercera y luego en segunda división.

Por consiguiente, pese a su título de máximo goleador de la Serie B en la campaña 1988/89, Schillaci todavía estaba lejos de la Nazionale. Esa gran temporada, eso sí, le abrió las puertas de la Juventus.

En su primera temporada en la élite, se puso al nivel de los grandes jugadores que le rodeaban y marcó 15 tantos en la liga; una cosecha que sedujo al seleccionador Azeglio Vicini antes del Mundial de 1990. Así, sin haberse enfundado nunca la camiseta azzurra, exceptuando un partido de preparación en marzo contra Suiza, se incorporó a la Nazionale para disputar ‘su’ Mundial.

“Mi mayor satisfacción fue simplemente haber sido seleccionado. No tenía ninguna responsabilidad porque no era más que uno de los 22 jugadores convocados. Ese momento fue fantástico y, aunque no hubiese jugado, habría sido igual de feliz sentándome en el banquillo”, explicaba a la revista FourFourTwo.

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En estado de gracia

De hecho, solamente llevaba el peto de los suplentes en la entrada en liza de Italia contra Austria. Algo normal, sabiendo que los demás jugadores ofensivos se llamaban Gianluca Vialli, Roberto Mancini, Aldo Serena, Roberto Baggio, Nicola Berti o Andrea Carnevale… Pero ninguno de esos astros brilló en ese primer partido. Así, aquel día iba a nacer una estrella fugaz para iluminar la competición.

Italia se mantuvo a cero durante 75 minutos, y Vicini decidió sacar a su comodín. A Schillaci le costaba creérselo; y más aún cuando el portero Stefano Tacconi, compañero suyo en la Juve, le espetó: “Estáte preparado. Vas a entrar y a marcar”. Efectivamente, Totò entró y, tres minutos más tarde, marcó de cabeza el gol de la victoria italiana (1-0). La bonita historia se transformaba en cuento de hadas

Tras jugar de nuevo como suplente en el 1-0 a Estados Unidos, pero esta vez sin ver puerta, se estrenó como titular contra Checoslovaquia en el último partido del grupo. Esta vez sólo necesitó nueve minutos para hacer temblar las redes, y Baggio sentenció la contienda al final del encuentro (2-0).

La prueba de que Schillaci estaba en estado de gracia es que marcó sus dos primeros goles mundialistas de cabeza, mientras que durante toda la temporada no había destacado ni una sola vez en esa faceta.

Vicini, igual de cautivado que todo el pueblo italiano, lo afianzó como titular durante el resto del campeonato. El Bianconero se lo iba a agradecer marcando en cada encuentro: en octavos contra Uruguay (2-0), en cuartos frente a la República de Irlanda (1-0), y en semifinales contra Argentina (1-1) siempre apareció el mismo apellido en el acta de goleadores.

La Squadra Azzurra cayó eliminada ante la Albiceleste de Maradona en la penúltima ronda, pero Schillaci no había terminado de escribir su leyenda. Y sus ilustres compañeros estaban dispuestos a ayudarle... En el partido por el tercer puesto contra Inglaterra (2-1), Baggio, el habitual lanzador de los penales, cedió ese honor a Schillaci, que marcó su sexto gol en el campeonato para aventajar al checoslovaco Tomáš Skuhravý.

Paréntesis mágico

Suficiente para erigirse en el máximo goleador y el mejor jugador del campeonato y, sobre todo, para convertirse en un mito en un tiempo récord. “Creo que alguien allá arriba decidió que Totò Schillaci iba a convertirse en el héroe de toda Italia. Ni un loco habría imaginado lo que iba a sucederme”, admitía unos años más tarde a FIFA.com. “Hay periodos en la vida de un futbolista en los que es capaz de todo. No tiene más que respirar y enviar el balón al fondo de las redes. Estaba en estado de gracia”.

Pero un estado de gracia no dura eternamente. En el caso del siciliano, incluso, acabó tan rápidamente como se había iniciado. A continuación, Schillaci solamente encontró el camino del gol una vez más con Italia, y su carrera internacional concluyó apenas un año más tarde.

En sus 16 internacionalidades, marcó 7 tantos (6 de ellos en el Mundial). También en el fútbol de clubes fue perdiendo su olfato goleador, tanto en la Juve como en el Inter de Milán, y acabó yéndose a Japón a terminar su carrera.

Pero por muy breve que fuese ese paréntesis mágico, Totò sabe que valió la pena vivirlo. “Ha habido algunas veces en que la gente se ha puesto a llorar al encontrarse conmigo. Es genial cuando veo una amplia sonrisa en sus rostros; están tan felices… Siempre conservaré, para el resto de mi vida, los recuerdos maravillosos de Italia 1990”.

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