“Es la primera mujer seleccionadora de España, la primera que consigue el doblete de campeona de Europa y del mundo el mismo año. Consiguió el primer título mundial de la historia del fútbol femenino en España…”

Paula Suárez enumera los logros de Toña Is en un año extraordinario para la candidata al The Best al Entrenador de Fútbol Femenino 2019. “Además, por los planteamientos de los partidos, por cómo hace que las jugadoras demos nuestro máximo rendimiento”, continúa una de las porteras de la selección española sub-17 que Toña hizo campeona en Uruguay 2018.

“Y por cómo es fuera del campo. Es más que una entrenadora, es un gran apoyo, y eso es muy importante para las jugadoras”.

Fuera del campo, además, Toña es la madre de Paula. “Estoy muy orgullosa”, dice por fin. “Es increíble que esté entre los 10 mejores entradores del mundo, al nivel de técnicos a los que mirábamos con admiración. Estoy muy feliz por ella y ojalá se meta entre los 3 finalistas”.

El anuncio de los candidatos a The Best las pilló desprevenidas. A Paula durmiendo. A Toña, haciendo compras y dejándose el móvil olvidado en casa. “Me despertó cuando entró en casa. Enseguida vino a preguntarme si aquello era verdad. Y yo le decía: ‘Sí, sí. Es la página oficial de la FIFA. Empezamos a llorar las dos abrazadas en el salón”.

Un salón en el que Toña ha usado muchas veces a Paula y su marido de conejillos de indias. “Se pasa todas las horas del mundo con papeles, el ordenador y viendo partidos. Es muy currante. Nos plantea los ejercicios y yo le voy diciendo lo que no se entiende. En casa se habla de fútbol a todas horas. A mi padre no le apasiona mucho, pero lo aguanta. Nos aguanta”, se ríe.

Hoy Paula ya no está en ese salón, sino a 6.000 km de distancia. La arquera aceptó una beca de estudios de la Universidad Gardner Webb de Carolina del Norte, donde jugará con los Runnin’ Bulldogs en la NCAA (primera división universitaria).

“Mi afición al fútbol nace en el patio del colegio, con mis amigos. Un día llegué a casa y le pedí a mi madre que me apuntara. Desde el principio quería ser portera, pero “portera saliente” porque también quería meter goles”, ríe la arquera, que jugó en el Oviedo Moderno y el Sporting antes de emprender la aventura americana.

“Yo nunca vi jugar a mi madre en fútbol once, de vez en cuando futbol sala. De su carrera sé más por lo que me cuentan: que empezó de delantera, pero que acabó de central. Destacó porque tenía buena salida de balón y era buena en el juego aéreo”.

“Ahora ella es mi mayor crítica, sin duda. Siempre espera de mí más que de las demás, porque sabe que siempre va a haber alguien que piense que me convoca por quién soy. Quiere que demuestre que estoy ahí por méritos”, señala.

“Aunque sería ridículo, porque no va a tirar piedras contra su propio tejado. Ella es la primera que quiere llevar a las mejores para conseguir sus objetivos”, reflexiona.

Y Paula hizo méritos para ir al Mundial Sub-17, donde fue suplente de Cata Coll. “La experiencia fue increíble. No se puede explicar con palabras. Hay que vivirlo”, comenta respecto a la coronación final.

Jugadora e hija. No es una combinación sencilla, a pesar de que Paula diferencia muy bien las dos facetas. “Yo nunca he contado y nunca contaré lo que pasa en el vestuario o en la habitación. Ni al revés, claro”, responde tajante.

“Es una posición complicada. Hay veces que la convivencia se hace un poco difícil, porque hay compañeras que no quieren comentar según qué cosas delante de mí. Pero para mí está claro: en una concentración ella es mi entrenadora y punto”.

En lo que Paula no hace diferencias es en darle el premio The Best. A la entrenadora y a la madre.